«Pinté en el colegio lo que pinto en la calle»

Licenciada en Bellas Artes y artista urbana, Laura Castillo ha llevado a las paredes de un colegio barcelonés su obra, de gran contenido social

«Fue pintar en el colegio lo que pinto en la calle»_MEDIA_1

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MAURICIO BERNAL

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Cuando llegan -somnolientos- por las mañanas, los alumnos de la Escola Pia Luz Casanovas de Nou Barris (Barcelona) se encuentran desde hace unos días con que las paredes blancas del vestíbulo de la entrada ya no son blancas, y comprueban que han sido colonizadas por una serie de dibujos que hablan de temas de actualidad como los refugiados o el acoso escolar. Los dibujos son obra de Laura Castillo, una licenciada en Bellas Artes de 25 años de edad con últimamente un pie y medio en la calle, es decir: el arte callejero. La escuela quería dibujos de contenido social; exactamente lo que La Castillo -nombre artístico- pinta al aire libre.

-Cuénteme, ¿ya pensaba en trabajar en la calle cuando estudiaba Bellas Artes?

-Para nada. Con el arte urbano me encontré de repente, no fue una decisión. Simplemente, surgió la posibilidad de ir a un festival, hace un par de años, y dije: por qué no.

-¿Qué festival?

-El Ús Barcelona.

-¿Qué hizo?

-Intenté ser lo más crítica posible. Era una obra sobre la masificación turística. En una lona enorme que había en una de las entradas al recinto, en la calle de Pere IV, puse: «Excuse me, do you know were is Poblenou?» Ahí empezó la historia de Laura con el arte urbano.

-A una licenciada en Bellas Artes, ¿por qué le resultó seductor?

-Porque no tenía nada que ver con lo que había hecho. Yo era una artista que trabajaba en estudio y en pequeño formato, pintando en lienzo o dibujando en papel. La calle es otro mundo. Ahora intento compaginar, aunque últimamente tengo un pie más en el exterior que en el interior.

-¿Siempre hace grafiti social?

-Sí... Casi siempre acabo igual. Pienso que ya que es el espacio público, tengo que aprovechar y dar un mensaje. Últimamente estoy con el tema de los refugiados.

-¿Qué opina?

-No me gusta nada la actitud que tenemos. No somos conscientes de la situación. Sabemos que ocurre pero estamos muy cómodos aquí y ya nos va bien que pase lejos.

-Dígame, ¿dónde suele pintar?

-La mayor parte de las veces en muros legales, donde está permitido. Trabajo con una aplicación llamada Wallspot: te apuntas y puedes ver todos los muros que hay en Barcelona para pintar de manera legal. Por cierto, soy de las pocas chicas apuntadas.

-¿No hay muchas chicas grafiteras?

-Cuando voy a pintar veo pocas mujeres, y siempre somos las mismas. En Wallspot somos el 4% de toda la gente registrada.

-¿A qué cree que obedece?

-No sé… Supongo que hay algo de estereotipo, ese rollito del grafitero malote que solo se ajusta al perfil del tío. La gente piensa que solo lo hacen los hombres. Por eso cogí el cartel famoso de 'We can do it' y le puse a la chica un espray en la mano. We can do it.

-¿Cómo fue la experiencia con el colegio? Muy lo que hace habitualmente, ¿no?

-Pues sí. Yo les pregunté: «¿Qué queréis?», y Jordi, el director, me dijo: «Hemos visto lo que haces y nos encanta, así que sé tú misma. Solo ten en cuenta que queremos hablar de los refugiados, del acoso, de la violencia de género». Sí, en ese sentido fue sencillo: fue traer aquí lo que hago en la calle.

-Es la entrada del colegio. Es una carta de presentación.

-Claro. Recuerdo que el director me dijo: «Queremos traer realidades de las que creemos que los chavales deben ser conscientes». Tú entras y dices: este colegio me está diciendo algo. Miras para allá y ves a un niño refugiado, miras allá y ves: «Stop 'bullying'»… Y te obliga a pensar en esas cosas. Que es de lo que se trata.