OPINIÓN

A gastarse el presupuesto

JOAN SUBIRATS

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Estos días están tocando a arrebato en muchas administraciones públicas. Hay que acabar de ejecutar el presupuesto, antes de que lleguen los colegas de Hacienda o Economía y pasen el rastrillo, llevándose lo que no se ha podido gastar en los meses anteriores. Si ello ocurre, la cosa es grave, ya que la falta de ejecución del gasto asignado conlleva que en el debate sobre el presupuesto del año próximo, los argumentos que puedan desplegarse para demandar una mejor financiación o, al menos, un mantenimiento de lo que se tenía, sean menos sólidos. "¿Cómo nos pides eso si no habéis sido capaces de gastaros el presupuesto?". No es extraño pues que estos días se busquen retazos de obra a gastar, proyectos a encargar o cualquier otra cosa que permita liquidar lo asignado a principios de año. Y ello es aún más pertinente si, como sucede ahora, el 2015 es año electoral, probablemente para todas las esferas de gobierno.

Lo que estamos comentando no es para nada nuevo en las administraciones públicas, pero no deja de ser una anomalía. Lo que sería razonable es imaginar que si uno no ha gastado todo el presupuesto asignado pero ha cumplido con los objetivos previstos (en términos de resultados e impactos), la cosa no solo no fuera grave, sino que mereciera una congratulación. ¿Dónde reside el problema? Pues que las administraciones públicas en general, con las excepciones que se quiera, funcionan con criterios de control de inputs (de recursos), y con mecanismos ex ante y ex post que comprueban la legalidad del gasto y su correspondencia con lo previsto presupuestariamente. Pero, en cambio, las dinámicas vinculadas al análisis de resultados y la valoración de los impactos conseguidos sobre los objetivos fijados, son más bien escasas. ¿Podremos cambiar esta práctica recurrente?