El fotógrafo, fotografiado

Ernesto Valverde, brillante retratista, se ha sometido a decenas de cámaras en la explanada del Camp Nou

Ernesto Valverde saluda hoy en la explanada del Camp Nou.

Ernesto Valverde saluda hoy en la explanada del Camp Nou. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / BARCELONA

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Ahí estaba él, tan bueno o mejor fotógrafo que todos ellos. Ahí estaba él, Ernesto Valverde, nuevo entrenador del Barça, pero fotógrafo al fin y al cabo. Por eso los miraba de reojo, intentando averiguar, solo con la mirada, si las cámaras eran parecidas a la suya o, no, eran más modernas, japonesas al fin.

Y, en efecto, Valverde, que es de los que defiende que la vida es en color, pero las fotos han de ser en blanco y negro, posiblemente estaría meditando cúal era la mejor posición para retratarle, a él y al escudo del Barça, su Barça.

O, ni siquiera eso, pues se trataba de una foto demasiado común, formal, institucional, de batalla, como para, algún día, formar parte del segundo volumen de Medio tiempo, su primer libro de imágenes, todas ellas, en efecto, en blanco y negro, fruto de su amor por la imagen histórica y, tal vez, por su cariño a la Leica, una cámara que no es de estos días de trajín e inmediatez.

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MAESTRO DE FOTÓGRAFOS

A fe que Valverde, miembro fundador de un lugar donde se vive con auténtica pasión la fotografía, la imagen, su historia, su aprendizaje y contemplación, el Centro de Fotografía Contemporánea, sito en el Ensanche de Bilbao, que dirige su amigo y socio Ricky Dávila, otro loco de la fotografía, le hubiese insinuado a más de un compañero de profesión (fotográfica) cúal era el lugar ideal para captar la mejor (o más original) de las instantáneas.

Pero no, Valverde no es de los que se meten en el trabajo de los demás, pues cree que todos son grandes profesionales y, aunque él sí acepta, espera y medita los consejos de la gente del fútbol, especialmente de sus dos escuderos, Joan Aspiazu y José Antonio Pozanco Ros, según Pep Guardiola “una de las mejores zurdas que he visto en mi vida”, jamás le diría a un fotoperiodista dónde debería colocarse para hacer la foto.

Es posible, sí, que Valverde estuviese pensando, mientras posaba para la posteridad de las próximas cinco horas (lo que dura hoy una foto de actualidad en las redes sociales), que, durante las próximas 2+1 temporadas, difícilmente podrá disfrutar de su principal entretenimiento o segunda profesión. No tendrá, desde luego, el 'medio tiempo' del que disfrutó en su último año como futbolista, en el Real Mallorca (1996-97), desde cuyo pequeño ático de las ramblas podía fotografías el mar entero.

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SOLO ANTE SU GRAN RETO

Ahí estaba él, puntual, como es costumbre en él, jovial, con su camisa inmaculada, azul celeste, más esperanza imposible, con sus ojos brillantes, abiertos, obedeciendo a cualquier signo o petición de sus colegas, los fotógrafos. No había apenas plumillas, uno, dos, tres, todo eran cámaras. Y ninguna Leica. Pero él saludaba y miraba hacia donde le decían, con esos ojos que ¡ojalá! pudiesen dedicarse a la fotografía pero que, a partir de hoy, de ¡ya!, tendrán que examinar al detalle todo lo que afecta a la plantilla barcelonista.

Salió solo, muy solo, porque, tal vez, ya sabe que la tarea que le espera es una tarea solitaria, que solo podrá compartir, como mucho, con Aspiazu y Ros. No estaba el presidente Josep María Bartomeu, que decidió que ese instante era solo para el mister, y José Manuel Lázaro, su lazarillo en las cosas de prensa, de comunicación, prefirió esconderse, quedarse detrás del inmenso escudo del Barça. Era salir, lucir semblante, sonreir, empezar a ganarse las simpatías de los que le creen mucho mejor dotado que Luis Enrique para la comunicación, mirar mucho, oir poco, a lo sumo los clics de las cámaras, que ya ni hacen ruido, y regresar a las oficinas para, ahí sí, empezar el trabajo más duro que jamás ha tenido por delante.

Así fue la primera hora de Ernesto Valverde en el Camp Nou. La primera hora de dos años y pico. Delante de decenas de cámaras, él que es el mejor fotógrafo que había en la explanada del estadio. O uno de los buenos.