CARTA A LOS CANDIDATOS

Estimado candidato

Todos sus programas apuestan por la demanda interna para garantizar el crecimiento del país. Y ello es una receta para el desastre

Cola de parados en una oficina de empleo de Terrassa.

Cola de parados en una oficina de empleo de Terrassa. / periodico

JOSEP OLIVER ALONSO

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Permítame el atrevimiento. Pero, como ciudadano que sigue con interés el devenir del país, me parece adecuado hacerle llegar mi preocupación. Hubiera podido dirigirme a un programa concreto, a uno de ustedes específicamente. Pero los comentarios que me parecen substanciales son comunes a todos. Y, de entre los más relevantes, hay dos que deberían merecer su atención.

El primero, la ausencia de concreción monetaria del coste de las promesas electorales. Este es un déficit democrático del país. No se trata únicamente de cómo aumentaremos los ingresos, reduciremos la presión fiscal y mejoraremos los servicios públicos. Se trata de evaluar el coste de cada nueva política y la inevitable decisión acerca de qué gasto habrá que recortar. El segundo es más problemático. Es acerca de cuáles son los males de fondo que aquejan a nuestra economía hoy y qué habría que hacer para curarlos.

Sus programas suelen tratar de las más inmediatas necesidades. Y todos prometen reducir el desempleo, aumentar la ocupación, disminuir la pobreza y la desigualdad, ampliar los servicios sociales y mejorar el bienestar. Coincido en que estos deben ser los objetivos de cualquier política.  Pero, para alcanzarlos, hay que asegurar que el crecimiento sea, a la vez, elevado y sólido. Y la importancia de la sostenibilidad del crecimiento es algo que no deberíamos olvidar. ¿Recuerdan la fantasía de la expansión 2000-2008? ¿Y adónde nos condujo?

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Los avances de los últimos años, con una demanda interna que excede el avance del PIB, no son una buena base. Si me apura, el problema más crítico del país es su enorme endeudamiento exterior. Es el que nos llevó a la catástrofe de la segunda recesión en 2011-13. Pero que, ahora, adormilados por los bajos tipos de interés del BCE, no parece preocupe a ninguno de ustedes.

¿Qué habría que hacer para afrontar ese reto? Para ello no hay camino fácil. Hay que generar superávits exteriores y, simultáneamente, crecer. Y no es eso a lo que, en general, apuntan sus programas. En todos ellos, el sector exterior, la mejora de la competitividad y la obtención de mayores superávits exteriores son, en el mejor de los casos, frases hechas, sin contenido real ni programa a adoptar por el nuevo gobierno. Todos apuestan por la demanda interna para garantizar el futuro crecimiento del país. Y ello, conociendo nuestra capacidad para endeudarnos con el exterior, es una receta para el desastre. En especial dado que, en los últimos años, el superávit de la balanza de bienes vuelve a apuntar peligrosamente al déficit, justamente por el aumento excesivo del consumo interior. Es preciso un gran pacto para reforzar el sector exterior, ampliar su peso en la economía y, por tanto, conseguir una mejora de la base industrial. Algo que no parece contemplar ninguno de ustedes. Sé de lo impopular de decir las verdades del barquero. Pero uno desearía que, si de eso de la nueva política es cierto, huyamos de ese viejo hábito de prometer lo imposible.