Al contrataque

El enfado de Rajoy

El hombre que fue capaz de aguantar la presión para no pedir el rescate de España es incapaz de controlar sus sentimientos al hablar de Pedro Sánchez

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CRISTINA PARDO

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Era previsible que la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE provocara un seísmo interno entre los aparatos del partido, que habían apostado claramente por Susana Díaz. Era también previsible que Pablo Iglesias no le iba a dejar al nuevo líder del PSOE ni medio minuto para ordenar el patio, porque no le conviene la estrategia de Sánchez de pelear por los votantes de Podemos. Lo que yo no había previsto era que Mariano Rajoy, el hombre al que aparentemente nada le turba, mostrara en público semejantes nervios por la elección del secretario general del PSOE.

El presidente del Gobierno decidió este lunes comparecer en rueda de prensa después del comité ejecutivo del PP. Digo decidió porque doy por hecho que en su entorno político no hay nadie con suficiente influencia como para obligarle a nada. Sin embargo, eso es lo que pareció, que salía a empujones, como casi siempre por otra parte. Rajoy creía que la etapa de Sánchez era un mal sueño ya superado. Él, claro, no puede concebir que los aparatos de los partidos no salgan victoriosos en las batallas con la militancia. Ahora, y después de su fluida relación con el presidente de la gestora, Rajoy se ha vuelto a quedar sin interlocutor en Ferraz.

INCAPACES DE HABLAR DE NADA

Su relación con Sánchez se rompió en aquel debate electoral a dos en el que el candidato socialista le sacó a relucir la corrupción y cuestionó su honestidad personal. Rajoy le llamó «ruin y mezquino» y no mintió cuando le dijo: «Hasta aquí hemos llegado». A partir de entonces se sucedieron momentos muy desagradables, como encuentros de cinco minutos en los que ambos tenían que disimular y hacer tiempo para no quedar como lo que eran: dos políticos incapaces de hablar de nada. También tuvimos que escuchar al estadista Sánchez decir que sus reuniones con Rajoy eran «prescindibles», a pesar de que el Gobierno del país llevaba meses bloqueado. Y veníamos ya de debates parlamentarios en los que Rajoy, en tono displicente, se dirigía a la bancada socialista para asegurar que su discurso era tan sencillo que lo podía entender incluso el líder del PSOE.

En este contexto es en el que hay que situar el cabreo de Rajoy. Comparecía el lunes para criticar a Puigdemont. Igual esperaba que todas las preguntas fueran sobre Catalunya, pero no. Y así nos encontramos con que el hombre que fue capaz de aguantar la presión para no pedir el rescate de España es incapaz de controlar sus sentimientos al hablar de Sánchez. Dijo que no le había llamado aún «para no molestar», mostrando así que su rival le provoca tanta pereza como rechazo. El trato a los periodistas es un anticipo del que le dará a Sánchez: displicente y despectivo. Qué buena pinta tiene todo.