Política y deporte

El palco de Mariano y Florentino

Tras el cambio en la alcaldía de Madrid no está claro que dé tanto beneficio asistir a ese lugar privilegiado

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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Mariano es gran deportista. Hace poco, durante la campaña, nos deslumbró con un pedaleo ciclista en el Retiro que ya quisiera Contador. Fue un regalo visual pues, más que de ejercicio, él es contemplativo y, sobre todo, reposado; dedica gran tiempo al estudio de prensa deportiva y no es muy asiduo, quizá por pereza, a acudir a eventos deportivos.  Sí que lo hizo con gran sentido de moderación  el 17 de mayo del año pasado ante la final de la Champions. Habían llegado dos equipos españoles, ambos de Madrid, y pese a su condición de presidente equilibrado de todos los españoles (“normales”) no quiso ocultar su preferencia merengue al decir nueve días antes (así lo recogerían todos los medios): “Iré a Lisboa y prefiero que gane el Real Madrid”. ¡Olé! Los palcos son lugares desde los cuales se asiste privilegiadamente a un espectáculo y allí, entre otras cosas, se aplaude a los actuantes. Las pasadas elecciones afectaron al palco de Mariano y al de otro blanquísimo (no en el sentido de pureza), Florentino.

El primero era aclamado por sus fieles y privilegiados seguidores peperos tras las actuaciones –cada vez más escasas–  de torero ante los suyos. Aunque estos (los nuevos ascendidos, aún más) son hooligans pues aplauden siempre, casi emocionados tras el arranque de uno de los varios palmeros entusiastas meritorios. Aunque la faena fuese plomiza, daba igual: aplausos intensos. Además, con la liturgia de ponerse siempre en pie. Así, con el país infecto de diarias noticias de corrupción, llega el artista y les discursea sin tratar sobre ello y los suyos, desde el palco, aplauden con fervor su silencio y sus palabras dirigidas a otros temas como la prima de riesgo o los odiosos griegos. Pero, ¡ah sorpresa!, el último comité ejecutivo en Génova no finalizó con arrebato. Los barones territoriales han perdido mucho poder, en parte por la estrella del jefe de la cuadrilla. Al final, no le saludaban con el fervor usual y pronto alguno ni le conocerá, igual que ahora a Bárcenas.

Pero, decía, él es discreto y no frecuenta la asistencia al fútbol. Es persona “normal”, cuesta quitarse el pijama a media tarde, conducir, aparcar, haber comprado antes el boleto, etcétera. Un lío. En cambio, sí que lo hace con frecuencia su antecesor que, con igual clarividencia que vio Irak o colocó a sus amigos “honestos” dirigiendo empresas privatizadas, acertó al elegir sucesor al deportista lector. Nuestro eterno líder de la España inmortal es activo asistente al palco del Bernabéu. No oculta su condición de madridista. Nació campeón y solo podía ser seguidor del equipo más rico y que más títulos consiguió en tiempos del franquismo.

Allí va acompañado (ya no será igual) de su mujer que, tras varias elecciones primarias y demostrar antes su gran valía, fue ungida por Rouco como alcaldesa. Nunca hubo en Madrid gobernante semejante. Ella acompañaba al fútbol a su marido e iban al chamizo del palco aunque se colocaba dos filas atrás. Su marido estaba, en cambio, junto al jefe. No solo su madridismo le llevaría a aquellos eventos, como a varios de los agraciados invitados. Aquello se parece a las cacerías. Así como entre gacela y gacela puede salir una “presa”, en el palco blanco, entre gol y gol (o entre penalti y penalti), ¡qué menos!

Que se abrazan en el palco de ese estadio lo más granado de la economía y la política es notorio. Que su presidente haya comparecido ante la Audiencia Nacional reconociendo el pago de 300.000 euros a empresas de la red Púnica y que ello apenas apareciese publicado es normal. Que el Poder Judicial haya tratado en dos ocasiones de prohibir asistir a palcos futboleros a jueces que pueden juzgar a políticos y a propietarios de clubs evidencia que la vox populi es cierta.

Hace un año, en el Ayuntamiento de Madrid se adjudicaron, repartiéndose entre las más importantes empresas, jugosísimos contratos millonarios de mantenimiento viario, limpieza, infraestructura, movilidad, etcétera por 10 o 12 años. En algún caso, a la baja, lo cual ha supuesto despidos y deterioro grande del servicio. Además, todas se llevan muy bien, y en algunos casos, las adjudicatarias “compensan” a otras con pequeños pagos. Así todos contentos. Incluso, días antes de las elecciones varios ayuntamientos adjudicaron servicios públicos por largo tiempo. Atado y bien atado, aunque algunas decisiones erráticas de Carmena sorprendan (como la operación Chamartín).

Pero pronto algo cambiará. Echarán de mala manera a los ayer héroes (Casillas o Ramos), llegaran nuevos y carísimos jugadores tras una temporada pésima, pero tras el cambio en alcaldías, no sé si tendrá tanto “beneficio” asistir al palco por excelencia.