MIRADOR

El dentista y Manolete

NEUS TOMÀS

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El saben aquel que diu que el paciente agarró al dentista por las partes y le soltó: «¿Verdad que no nos vamos a hacer daño?». El chiste viene a cuento porque es lo primero en que uno piensa cada vez que alguien especula con la gran coalición PP-PSOE para gobernar España o en la sociovergencia para Catalunya. Esta vez el encargado de especular con una grosse koalition a la española ha sido el expresidente Felipe González, el Manolete de la política porque, como demostró el domingo en su entrevista en La Sexta, a toro pasado parece tener  soluciones para todo.

Que el expresidente y ahora consejero de Gas Natural se haga eco de los deseos de una parte importante del empresariado (el mismo que suspira por un diálogo Mas-Rajoy para resolver el conflicto catalán) no debería extrañar a nadie. El problema para el PSOE es que lo diga en plena campaña, cuando el partido se desgañita para demostrar que no tiene nada que ver con el PP y que sus soluciones para resolver la crisis o el encaje de Catalunya son diferentes.

No sería descabellado que, llegado el caso (o sea, después de las generales), Mariano Rajoy antes de caer en brazos de Rosa Díez o el PSOE en los de Cayo Lara explorasen una aproximación PP-PSOE que seguro que también sería aplaudida por el influyente Ibex 35. Habrá quien piense que es política ficción y que nunca veremos la gran coalición. Tal vez. Aunque siempre pueden existir fórmulas intermedias.  Si se pusieron de acuerdo para reformar la Constitución en una tarde para satisfacer al Banco Central Europeo, ¿qué no pueden acordar para contentar a los bancos de casa?

En Catalunya el acuerdo CiU-PSC, con el que sueñan ilustres (y discretos) apellidos no aparece en los planes de Convergència. Igual si preguntásemos a Unió la respuesta sería otra. Pero también existen puntos de intersección. El acuerdo para impulsar Barcelona World  -o como se acabe llamando- es el ejemplo más reciente de que, cuando es de menester, nacionalistas y socialistas actúan como se espera de ellos. Para algunos se trata de un ejercicio de responsabilidad. Para otros, una manera de entender la economía. Dirán que desde fuera es muy fácil opinar, y más cuando no hay que lidiar con unas cifras del paro como las que castigan a la provincia de Tarragona. Cierto. Como es también verdad que, en tanto que gestores de la res publica a los que nadie ha obligado a ocupar sus cargos, su obligación es intentar no repetir errores del pasado ni crear nuevas burbujas que nos lleven a un mayor desastre. Sí, Port Aventura funcionó. Pero Catalunya no debería funcionar solo a base de port aventuras. Sea en un Estado independiente, propio, confederado o federado.