Discapacidad, ¿nos queda algo por hacer?

Hay que avanzar en el reconocimiento y defensa de nuestros derechos para disfrutar de la vida en igualdad de condiciones que los demás

Discapacidad

Discapacidad / periodico

ANTONIO GUILLÉN

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Un año más, como cada 3 de diciembre, se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. En Catalunya hay más de 500.000 personas con alguna discapacidad reconocida, y en el mundo se calcula que cerca de mil millones personas, un 15% de la población, tiene algún tipo de discapacidad. Y las cifras no hacen más que aumentar. Si cada uno de nosotros piensa un poco, seguro que todos tenemos cerca, o lo somos, personas con discapacidad: un hijo que va a una escuela con un niño con síndrome de Down, un compañero en la universidad que es ciego, un vecino que ha tenido algún problema de salud mental... La discapacidad nos afecta y nos preocupa a todos.

Este año celebramos, además, el décimo aniversario de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y ratificada por más de 150 países, entre ellos España. El documento fue un punto de inflexión en el abordaje de la discapacidad, al pasar de un modelo asistencial a uno de derechos. En este nuevo modelo la persona decide por sí misma cosas tan cotidianas pero importantes como la hora a la que se levanta, qué quiere comer, qué ropa se quiere poner, si quiere ir en bus o tren o si quiere ir al cine o al teatro...

En una reciente jornada organizada por el COCARMI (Comité Català de Representants de Persones amb Discapacitat) para hacer balance de estos 10 años y plantear el futuro, nos preguntábamos: "¿Nos queda mucho por hacer?". La respuesta, sin embargo, la sabíamos: sí, queda mucho por hacer en el reconocimiento y defensa de nuestros derechos; a un trabajo digno, a una educación inclusiva, a vivir de forma autónoma, a acceder a todos los espacios, a comunicarnos y disfrutar de la vida en igualdad de condiciones que el resto de la sociedad. Y somos las personas con discapacidad las que debemos impulsar y liderar este cambio de modelo, por lo que tenemos que participar en todos los ámbitos de la vida: laboral, social, educativo, sanitario, en ocio y cultura...

MIRADAS DE RECHAZO

Necesitamos apoyo y somos especialmente vulnerables a la pobreza y la exclusión por el sobrecoste económico de hacer frente a la discapacidad (en tratamientos, en medidas de accesibilidad en el hogar, en acompañamiento...) y porque tenemos más dificultades que el resto de la sociedad para acceder a la educación y al trabajo, porque nuestra salud es más frágil, porque falta implementar políticas de accesibilidad física y comunicativa y porque todavía sentimos el rechazo a la mirada de mucha gente.

Porque son derechos a los que no queremos renunciar, pedimos este apoyo de las administraciones públicas que nos permita encontrar un trabajo digno adaptado a nuestras capacidades; según el Observatorio sobre Discapacidad y Mercado de Trabajo, solo una de cada cuatro personas con discapacidad trabaja.

Pedimos también apoyo para que nuestros hijos disfruten de la mejor educación, y una educación inclusiva en todas las etapas educativas. Actualmente, y según datos de la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, en las universidades españolas solo estudian unas 20.000 personas con discapacidad. La formación, todos lo sabemos, es clave para acceder al mundo laboral.

COMPROMISO POLÍTICO

Y pedimos espacios y calles accesibles a las distintas formas de discapacidad, una tecnología y unos medios de comunicación accesibles. Para hacerlo posible, el compromiso de los gobernantes no se puede reducir a buenas palabras, debe materializarse en unos presupuestos donde se demuestre que la inclusión de las personas con discapacidad es realmente una prioridad. Los años de la crisis han sido especialmente difíciles para nosotros, que hemos visto cómo se dejaban unas prestaciones que, a pesar de ser un derecho, nos costaron décadas de reivindicaciones.

Lejos de lamentarnos, hemos reclamado cada euro recortado en copago de residencias y centros de día, apoyos a los centros especiales de trabajo, programas de integración en el mercado laboral ordinario o recursos para niños con necesidades educativas especiales, por poner unos ejemplos. Es hora de cambiar la situación y, en un entorno económico algo más favorable, demostrar con hechos y cifras que las personas estamos en el centro de las decisiones y que la sociedad es inclusiva.

La realidad ha demostrado que destinar recursos a las personas con discapacidad no es un gasto sino una inversión. Una persona con discapacidad bien preparada académicamente, con un trabajo adecuado y los recursos para vivir de manera autónoma, será una persona productiva y enriquecedora para la sociedad, con autoestima y capaz de lograr una buena calidad de vida; en ningún caso será una carga. La sociedad del futuro será inclusiva o no será.