La clave

Dialogar bajo el fuego amigo

ENRIC HERNÀNDEZ

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Habida cuenta de los antecedentes --tanto históricos como recientes--, de las circunstancias políticas presentes y del calendario electoral del 2015, es casi obligado alistarse en el ejército de los escépticos que poco, apenas nada esperan de la anunciada entrevista entre Mariano Rajoy y Artur Mas. Para encauzar los conflictos, el restablecimiento del diálogo es condición inexcusable, pero no suficiente. La negociación es puro teatro, simple gesticulación cara a la galería, si ambas partes no procuran espacios de distensión que ayuden a disipar recelos. Si no se avienen a ceder en algo renunciando a exigir la plena claudicación ajena. Si para ellos hablar es solo ser escuchados. En caso de que el president acudiese a la Moncloa sin margen alguno para cambiar ni la fecha ni la pregunta de la consulta soberanista, el encuentro apenas duraría un par de minutos, y la petición de cita habría sido una impostura destinada a provocar otro portazo, como el que le valió para adelantar las elecciones en el 2012. Si por contra, como Mas ratificó ayer, todo es susceptible de ser discutido, Rajoy debería explorar las oportunidades que brinda la doctrina constitucional, la presente y también la venidera, para tolerar una consulta no vinculante que, sin comprometer la soberanía española, encauce el mayoritario deseo de los catalanes de ser escuchados.

Lo que sucede es que una aproximación política de esas características, que de tan sutil y refinada ni siquiera podría ser verbalizada por sus protagonistas, requeriría de un sigilo del todo incompatible con estos tiempos de ruido y furia. La decisión de Rajoy de recibir a Mas con luz y taquígrafos más parece orientada a conjurar sospechas de connivencia y conatos de agravio que a hilvanar entendimientos.

El manifiesto frentista

Prueba de ello, el manifiesto frentista que, con medio centenar de firmantes, exige a Rajoy que no negocie con Mas, abandone «el tacticismo» y aplique «toda la ley» contra el «secesionismo catalán». Más les valdría a ambos designar a discretos emisarios para que tejan complicidades, pues dialogar bajo el fuego amigo presagia menos acuerdos que daños colaterales.