OPINIÓN

Desigualdad, trabajo y burbuja de crédito

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OLGA GRAU

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En las jornadas del Cercle d'Economia ha planeado el debate de la distribución la riqueza o el injusto reparto de la factura de la crisis. Artur Mas lo mencionó: «Hay que intentar que los beneficios de la recuperación se repartan mejor que los sacrificios de la crisis». Se ha referido a ello el presidente del Cercle, Antón Costas, reclamando afrontar una situación de emergencia social y rescatar a las personas que han quedado en la cuneta por la crisis.

Es el discurso que ahora entonan Albert Rivera de Ciutadans y Pedro Sánchez del PSOE, junto con el de la lucha contra la corrupción. Es el leitmotiv que ha llevado a las formaciones de Ada Colau y de Pablo Iglesias a emerger con fuerza en el tablero político español. Incluso Mariano Rajoy se sumó al afirmar que «es importante que la recuperación llegue a todos» con una fórmula que para él se limita a crear dos millones de empleos en la próxima legislatura.

La deuda ha sido el espejismo de la riqueza en un mundo en el que el reparto del trabajo digno ha fracasado. El crédito ha hecho creer a la sociedad que la distribución equitativa era una máquina perfectamente engrasada, mientras otros indicadores mostraban que esa acumulación de bienes a crédito por parte de los hogares era pan para hoy y hambre para mañana, no eran riqueza real.

En el libro La gran crisis, cambios y consecuencias (Editorial Deusto), el jefe de economía del Financial TimesMartin Wolf, ponente en la reunión del Cercle, resume el problema: «Nuestro sistema financiero liberalizado es una máquina de crear crédito, deuda y apalancamiento». La conjunción de unos bancos centrales que se dedicaban a echar gasolina al fuego porque querían un incendio y un sector financiero liberalizado y muy feliz de arder confluyó en la víctima perfecta: hogares necios y desinformados encantados de endeudarse y creerse más ricos y aventurados.

Ahora, con un paro en España que ronda el 24% y un desempleo juvenil del 50%, los partidos tradicionales empiezan a tratar la desigualdad, debate que por primera vez desplaza al de la reducción del déficit público y la necesidad de reformas estructurales. ¿Cómo curar las heridas de la crisis cuando no hay trabajo y el efecto placebo del crédito ya no ofrece una suerte de pan y circo?

Los efectos de la crisis se han repartido de forma injusta. Como señala el último informe de Intermon Oxfam, la desigualdad sigue aumentando y en el 2016 el 1% más rico de la población mundial acumulará tanta riqueza como el resto del planeta. 70 millones de personas frente a 7.000 millones. Si a eso se le añade la corrupción, el efecto es explosivo. Y explica la emergencia de nuevas fuerzas políticas que irrumpen en las instituciones. Si sus programas políticos servirán para crear riqueza, al margen de ofrecer ideas para repartirla, se verá con su gestión en la próxima legislatura. Pero de momento, cambiarán el mapa político como nunca ha sucedido antes en la democracia española.