Editoriales

Desigualdad y machismo en el deporte

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Las medallas obtenidas por nadadoras y atletas españolas este mes de agosto en campeonatos europeos no son una excepción fruto del azar, sino una nueva confirmación de la pujanza de nuestro deporte femenino. Y, sin embargo, el medio en el que deben desenvolverse las mujeres que quieren practicar de forma regular y seria deporte en España es precario, cuando no hostil. La participación de las féminas en el deporte ha crecido de forma exponencial en los últimos lustros, pero la desigualdad de condiciones con sus homólogos masculinos es  aún manifiesta en todos los terrenos: medios materiales, instalaciones, horarios,  espónsores y, naturalmente, sueldos (en los pocos casos en que los hay). Contribuye a esta situación una legislación insólitamente retrógrada, que impide que en los deportes donde hay una liga profesional masculina pueda haber también una femenina. Y por si fuera poco, el sexismo asoma sin rubor  alguno en decisiones de los propios estamentos deportivos, como la disparatada instrucción federativa que obliga a las chicas que practican balonmano playa a llevar un biquini mínimo y no pantalón. Un rancio machismo que cree que las deportistas, para lograr la atención del público, deben añadir atractivo erótico al talento para un determinado juego. Un machismo que sigue considerando a la mujer como un ser inferior. Pese a los crecientes éxitos internacionales de las deportistas españolas, el camino a recorrer para la igualdad real todavía es largo.