Dos miradas

Al descubierto

EMMA RIVEROLA

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Todo depende de para qué se quiere la independencia. Si es solo para cambiar de bandera, de himno y de élite o es para construir un país nuevo. Ese que machaconamente vendía la propaganda de la ANC. Un país que haga bandera de la igualdad y de los derechos sociales. Ese país se acerca bastante al ideario de la CUP, pero no es por el que ha trabajado el gobierno de Artur Mas durante los últimos cinco años (ni su partido durante los últimos 40), aunque sus altavoces hayan pretendido atribuir toda la culpa a Madrid. Como advertían las entidades del tercer sector la semana pasada, estamos ante el «fracaso de las políticas sociales». Con un 12% de catalanes en situación de pobreza extrema; con un riesgo de precariedad que ha subido 10 puntos en un solo año y ya alcanza al 37% de la población; con un 38,4% de los menores expuestos a una pobreza que les marcará de por vida, y con una clase media agonizante.

Junts pel Sí y la candidatura de Mas como número cuatro y, a la vez, como presidenciable, nacieron haciendo equilibrios sobre la decencia democrática, librando al president y a su gobierno de rendir cuentas por su nefasta (por inexistente) gestión. Mas se ocultó tanto entonces que ahora la presidencia se le ha vuelto esquiva. Quizá no es la CUP la que le está negando la investidura; quizá es simplemente que, al fin, Mas está rindiendo cuentas por su gestión. Esta vez, sin poder esconderse tras ningún hombre de paja.