Decapitado

La exposición 'Franco, Victòria, República. Impunitat i espai urbà', 'Franco, Victòria, República. Impunitat i espai urbà', el culebrón del verano, ya ha abierto sus puertas. Un capítulo más en este sainete de las piedras que estamos viviendo (espero con glotonería el cuarto artículo de Joan Ollé dedicado a los monumentos). Un 'totum revolutum' donde se mezcla la solidez de la memoria histórica, la salsa de la ideología chapucera y las flatulencias de la ignorancia. Una 'samfaina' indigesta que se lleva mal con la razón.

La flamante exposición es necesaria, como lo es cualquier manifestación que invite a la reflexión y al conocimiento del fascismo. Más aún cuando la ultraderecha aúlla de nuevo. Lo más interesante (o decepcionante) del asunto es repasar las razones del rechazo de algunos. Ciudadanos y PP creen que reabre heridas del pasado. El eterno argumento de la derecha para negarse a mirar atrás y encarar sus sombras. ERC y CiU ahondan en la ubicación. El gran pecado de la exposición es haberse situado en el Born, la particular 'zona 0' del independentismo.

¿No estaremos a punto del colapso por un ataque de simbolismo? Debajo de los restos santificados de la Barcelona de 1714 se encuentran suburbios medievales y aún más, antiguas necrópolis musulmanas. Siglos en los que vivieron personas en paz y libertad, pero también víctimas de los crueles caprichos del poder, también esclavos. Para todos ellos, la figura de un dictador decapitado también es un tardío homenaje.