Una broma muy seria

JOAQUIM Coll

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Cuando los partidos y las entidades secesionistas habían cruzado el umbral del ridículo, se mascaba una guerra de acusaciones mutuas y la amenaza de que Artur Mas no convocara elecciones, Oriol Junqueras optó finalmente por capitular para no ser señalado como responsable principal de la muerte del proceso. Esa extraña lista cívico-partidista es, pues, el resultado de una lucha agónica por el liderazgo entre ambos, aunque ahora el soberanismo lleve toda la semana exaltándola. La consecuencia final es una anomalía democrática. No tiene precedentes que quien está designado para ser nuevamente 'president' en caso de victoria en lugar de encabezar la patriótica lista vaya de número cuatro. Es también una anomalía que pretenda ser reelegido sin que su gestión sea evaluada. Y es igualmente lamentable que quien ha sido eurodiputado por ICV como Raül Romeva se preste a maquillar una lista que no es otra cosa que una disimulada fusión de CDC y ERC. Las estrategias e intereses electorales son legítimos, lo grave es que quieren meternos en un camino sin retorno saltándose las reglas democráticas.

Lo apuntaba el director Enric Hernàndez en su artículo del miércoles cuando advertía de la necesidad de tener muy en cuenta la mala experiencia griega. En política querer no es poder. Prometer el inicio de un proceso constituyente al margen de la legalidad y luego la secesión unilateral, es hacer trampas y engañar a los catalanes. También se les dijo que se haría una consulta y al final se hizo otra cosa que solo sirvió para contar separatistas. Esta vez, sin embargo, parece que la broma va en serio. Se anuncia una declaración unilateral de independencia y su efectiva materialización. A eso le llaman eufemísticamente desconexión, pero no es otra cosa que la promesa de un golpe de Estado.

Si Podemos quisiera imponer un proceso constituyente solo con la mayoría absoluta en las Cortes, sencillamente no podría. Y si lo hiciera saltándose la Constitución, estaría perpetrando un golpe de Estado, aunque dijera que se trata de una revolución popular. A Pablo Iglesias ni se le pasa por la cabeza. Por eso cuando le preguntan si dejaría hacer un consulta de secesión responde que no le parecía mal, pero que no es posible. Y que él no pactó la Constitución, cosa que sí hizo el partido de Mas. Ante la imposibilidad de sostener el proceso soberanista durante más tiempo, CDC y ERC proponen acortar los plazos tras el 27-S. El objetivo es meter a los catalanes en un camino sin retorno, obtener una mínima base de legitimidad, como aparentemente podría ser una mayoría absoluta en el Parlament, para romper la Constitución y obligar al Estado a intervenir el autogobierno. Puede parecer una broma, pero ¡señores! la cosa es muy seria.