Colibrís con mala leche

XAVIER BRU DE SALA

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Esto se anima. Emergen tensiones hasta ahora irrisorias, nuevas formas de debate y confrontación. Las fronteras de lo que se puede pensar y decir, hasta ahora en movimiento restrictivo por parte de los hegemónicos, sufren el empujón de los marginales. Se tensan las costuras de los consensos básicos. También cambian las formas, los estilos. Los 'panzers' como Rahola se han quedado panza arriba. Es tiempo de colibrís con mala leche. La sociedad que todo lo tragaba y domesticaba alumbra nuevos y poco digeribles monstruos. La legitimidad del discurso central se agrieta al ritmo insaciable con que aumenta la injusticia social. Ha caducado la garantía de impunidad para quienes toman partido contra los más débiles. Los que tocaban la flauta ya saben por dónde se la pueden ir metiendo.

¿Qué dice la cultura sobre los hechos de Gràcia? ¿Debe permanecer inmune, al margen, como las vestales, que debían mantenerse vírgenes durante treinta años para mantener el fuego sagrado, imprescindible para la seguridad y la continuidad de Roma? Al contrario, el mutismo la volvería autista, tal vez ya de forma irreversible. Ni la novela ni la ficción audiovisual están preparados para reflejar la realidad. Las artes visuales y el teatro, sí. Manos a la obra entonces.

Tres tiros a puerta. Uno, que 'okupar', en condiciones bien fijadas, no es ilegal en muchos países avanzados. Dos, que si los adoquines de París no se hubieran levantado, el divorcio estaría prohibido. En Francia sigue siendo normal que los campesinos más subvencionados del mundo se conviertan en héroes a base de practicar el vandalismo corporativo más incendiario, pero decenios de prédica buenista, persistente y sin fisuras a cargo de TV3 nos prohíben la menor salida de tono. Y tres, que los violentos aparecen cuando los 'okupas' se quedan sin nadie más que les defienda. Después de culpabilizar injustamente a los Comuns, solo nos faltaría expulsar a la CUP del Parlament.

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