Cadáveres excelentes

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ROSA MASSAGUÉ

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  Primero era un suicidio y después parecía que no, que era un asesinato. Cristina Fernández ha cambiado de opinión sobre la misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman, el mismo que cuatro días antes de su muerte había acusado a la presidenta de encubrir a terroristas iraníes y que horas después de perder la vida debía presentar oficialmente las pruebas que avalaban su tesis. Lo que sin duda hay es un 'cadáver excelente'.

El misterio y la sospecha rodean la muerte del fiscal. En una sociedad polarizada como la argentina ya han aparecido toda suerte de explicaciones, algunas muy rocambolescas, otras más plausibles, para intentar cuadrar un caso tan inquietante. Todas se refieren a confabulaciones en las que aparecen desde políticos a servicios secretos pasando por actividades de corte mafioso.

Lo cierto es que el caso que investigaba el fiscal ha hado pie a muchas interpretaciones, especialmente porque nunca se ha conseguido cerrarlo de forma satisfactoria. Se trata del atentado contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) ocurrido el 18 de julio de 1994 en el que murieron 85 personas.

A lo más que se llegó fue a determinar en el 2006 que el sangriento atentado había sido planeado por el Gobierno de Teherán y que en él estaban implicados cinco iraníes y un libanés. Un memorando de entendimiento entre los dos países firmado en el 2013 fue presentado como el instrumento para desbloquear la investigación. El documento resultó inútil y según el fiscal Nisman, tras el acuerdo se ocultaban un trueque inconfesable. Argentina retiraba las órdenes cursadas a Interpol contra los implicados a cambio de beneficios comerciales. 

La conmoción que la muerte del fiscal ha causado, con movilizaciones en la calle exigiendo celeridad en las investigaciones, se explica --además de por la propia muerte violenta de Nisman-- por la sensación de que hay una capa de poder oculta, una trama que impide el esclarecimiento de hechos delictivos mientras actúa con total impunidad.

Ejemplos hay más de uno y 'cadáveres excelentes', también. Por ejemplo, un caso que en su día fue calificado de accidente como la muerte en 1995 de Carlos Menem Jr, el hijo del entonces presidente Carlos Saúl Menem. La madre, Zulema, insistió siempre en que había sido un atentado, no un accidente de helicóptero. El caso fue archivado. En el 2010 fue reabierto sin que se haya avanzado en el esclarecimiento de los hechos. La sospecha es la de que se trató de un ajuste de cuentas por algún incumplimiento de tipo político-mafioso.

Hace ya bastantes años, un muerto apareció colgando del puente londinense de Blackfriars (los frailes negros). Era Roberto Calvi, un banquero italiano implicado en uno de los mayores escándalos financieros de Italia con tentáculos que se alargaban a despachos financieros milaneses, salones de la política romana y pasillos del Vaticano.

Nunca se ha aclarado su muerte, pero la vox populi habla siempre de que “fue suicidado”. El "suicidio" de Nisman “que no fue suicidio" podría ir por el mismo camino. Si la Justicia no consigue esclarecer lo ocurrido será, como el italiano, un personaje que "fue suicidado".

No hace ni dos semanas Italia enterraba a uno de sus mejores retratistas. Con sus películas Francesco Rosi había explicado a los italianos aquellos misterios e intrigas que la prieta y maliciosamente enrevesada madeja de la realidad no permitía aclarar, desde los crímenes políticos, económicos o urbanísticos a los mafiosos, toda una amplia gama de delitos que las más de las veces se confunden para ser todo uno. 

Argentina necesita desesperadamente seguridad jurídica. A falta de ella, al menos un Francesco Rosi que explique su ausencia. Los 'cadáveres excelentes' ya están puestos.