tú y yo somos tres

Arturo, su amante, y su esposa

ferran Monegal

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Parece que la teleserie '<i>La casa de papel'</i> (A-3 TV) ha detenido su caída y se ha estabilizado entorno al 16% de cuota de pantalla. En cuatro semanas, cuatro capítulos, ha perdido nueve puntos respecto de su estreno. Quizá porque el dibujo de estos ladrones que no quieren robar, sino fabricar billetes de 50 euros, está derivando hacia un costumbrismo un poco de botijo y boina. La pulcritud del atraco, el perfecto diseño del cerebro de la banda, llamado 'El profesor', contrasta con lo que está pasando dentro de la Fábrica de la Moneda: a veces se les va la mano dibujando escenas despendoladas, desmadradas y garbanceras. Hay, no obstante, momentos meditables. Por ejemplo, el caso de Arturo, uno de los rehenes, que es herido gravemente. Está liado con su secretaria. La ha embarazado. Parece que la ama obsesionadamente. Pero cuando se ve ensangrentado, sufriendo, y le pasan un teléfono para que hable con su ser más querido, con quien habla es con su esposa. El jefe de los atracadores le dice entonces, con una notable carga irónica: «Ahora ya no te acuerdas de tu secretaria, ¿eh?». O sea: para Arturo, la amante solo es una partícula supérflua de placer; pero cuando el miedo a morir hace acto de presencia, la esposa es el cobijo definitivo y sólido. Moraleja: no son ni la amante, ni la esposa las que quedan en evidencia en esta escena. Es Arturo el verdadero y detestable hipócrita.

VAMOS A CONTAR MENTIRAS, TRALALÁ .- Nos acaba de presentar Montserrat Besses (TV-3) un trabajo sobre ese fenómeno cada vez más creciente de las verdades de mentira, la '<i>postverdad'</i>, y las verdades a medias. Lo hemos seguido en casa con mucho detenimiento, porque esto ahora se lleva mucho en los medios de comunicación, ya sean los tradicionales o los que se expanden por internet bajo la falsa apariencia de información. Nos ha hablado de ese gran mentiroso llamado Trump, también de Aznar, de Rato, de Rajoy, de Le Pen, de la campaña del Brexit... Ha sido una radiografía interesante. Pero convendría señalar que para que un político, o un grupo de poder, logre intoxicar con sus mentiras, necesitan canales de información sumisos y obedientes que las expandan y no las cuestionen. La tele es un arma colosal en el arte de manipular, de propalar espejismos, y también de silenciar, esconder o tergiversar todo aquello que no interesa que la gente sepa. Es un trabajo sistemático que atonta.