El epílogo

Mensajes de Rubalcaba

JUANCHO Dumall

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Acostumbrados ya a la omnipresencia deAlfredo Pérez Rubalcaba en su papel estelar de vicepresidente primero del Gobierno, casi habíamos olvidado que sigue siendo ministro del Interior. Y lo es en un momento de especial importancia, cuando hay que gestionar lo que parecen los últimos estertores de ETA y el giro de la izquierda aberzale hacia posiciones admisibles en una democracia regida por la Constitución de 1978. Por eso ha sido él quien ha salido, con su proverbial capacidad de síntesis, a exponer la política antiterrorista tras el último comunicado de la organización terrorista y la nueva entrevista de Arnaldo Otegidesde la cárcel aparecida ayer en el diarioGara.

El ministro lanzó tres mensajes. El primero a ETA: el último comunicado es insuficiente y tendrá que decir más cosas. El segundo a Batasuna: o rompe con la banda o no participará en las elecciones municipales de mayo. Y el tercero, a la sociedad española: todavía falta tiempo para que veamos el final del terrorismo.

El Gobierno, por tanto, no mueve ficha. Y solo un personaje tan obsesivo comoJaime Mayor Orejasigue manteniendo que el Ejecutivo negocia con la banda. Pero los hechos le desmienten cada mañana, salvo en las emisoras deltea partyhispano, instaladas todavía en las teorías conspirativas.

La bomba de Barajas

Lo previsible es que el próximo movimiento se produzca en el otro campo, en el llamado mundo del radicalismo aberzale. Porque es evidente que ETA se ha convertido en un problema para Batasuna y Batasuna en otro para ETA. ¡Quién iba a decirlo hace solo unos años!

La bomba de Barajas se llevó por delante, además de dos vidas, la más o menos velada unidad de acción entre los políticos liderados por Otegiy los pistoleros comandados no se sabe muy bien por quién. Esa bomba trajo también como triste consecuencia que ningún Gobierno español, sea del PSOE o del PP, abrirá ahora la mano para que ese sector que jamás condenará a ETA y que representa a alrededor de un 15% de los vascos pueda jugar algún papel en las instituciones democráticas.