Gente corriente

Griselda Corominola: «Para mí, el menú de estas fiestas es un horror total»

Es alérgica a 186 alimentos. Hace un año y medio su cuerpo vetó la entrada a la mayoría de productos.

«Para mí, el menú de estas fiestas es un horror total»_MEDIA_1

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NÚRIA NAVARRO

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-¡Alergia a 186 alimentos!

-Soy alérgica al huevo, a las harinas, a los lácteos -excepto los de oveja y cabra-, al marisco, a las legumbres, a la pimienta, a las fresas, uvas, kiwis, plátanos, albaricoques, melocotones, piñas, cebolla, soja, perejil, pimientos...

-Y es intolerante a 158 cosas más.

-Al pistacho, trigo, almejas, lima, alcaparras, vainilla, ostras, levadura de cerveza, malta, sésamo... La diferencia es que las alergias pueden matar. Siempre llevo encima las pastillas y una inyección contra un posible choque anafiláctico.

-¿Ha tenido alguna crisis fuerte?

-He sufrido dos en las que podía haber muerto. Una, por comer un trocito de tortilla, y otra, haciendo croquetas en el obrador del establecimiento de charcutería y comidas preparadas en el que trabajo.

-¿Trabaja en la boca del lobo?

-No lo cambiaría por nada del mundo. Para mí es una prueba de fuego. Suelo hacer de administrativa, pero cuando tengo que echar una mano me pongo guantes y, si hay harina, llevo mascarilla.

-Estas fiestas le parecerán lo peor.

-Para mí, el menú de estas fiestas es un horror total. Desde el canapé a la neula. Hace una semana que estoy llorando. Son días de felicidad, pero ¿sabe qué es no poder comer nada?

-No, la verdad.

-Por Nochebuena tomaré un plato de caldo vegetal y un trozo de carne a la plancha. Sé que en algún momento me levantaré de la mesa porque no lo podré resistir. Y luego vendrán la Navidad, Sant Esteve, Nochevieja...

-¿Cuándo empezó todo esto?

-Hace dos veranos. Me dolía mucho el estómago. La comida me sentaba fatal. Durante un año me marearon con pruebas, hasta que un osteópata me sugirió mirar las alergias. Cuando me las detectaron, respiré. Y comencé a aprender a convivir con ellas.

-Un aprendizaje difícil, imagino.

-Cuando veo un plato de macarrones, babeo. Mataría por comer un pan con tomate y llonganissa. Pero me ha tocado... Además tengo una gastritis crónica, que hace que una insignificante lechuga me siente fatal.

-Toda la vida social gira alrededor de la mesa.

-Así es. Incluso cuando salgo por la noche no puedo beber ni una cerveza porque tengo alergia a la levadura. Tampoco puedo tomar vino porque tengo intolerancia a la uva. Y el gas me sienta mal en el estómago.

-¿Sabe la causa de este carnaval alérgico?

-No hay explicación. Mi hermana también sufre alergias.

-Antes de esto, tenía usted un historial clínico bien extraño.

-A los 6 años tuve glosopeda, una enfermedad que afecta a las vacas y los cerdos. Dijeron que, como la tata que nos cuidaba nos llevaba a la granja que tenía su familia, y yo jugaba con los animales, pudo venir de ahí.

-Hubo más sobresaltos.

-A los 26 años, en un viaje por Suramérica, cogí hepatitis A, que me dejó el hígado como un globo. Luego, tras morir mi padre, sufrí una alopecia areata. Y más tarde, me levanté un día con una especie de granito en la barbilla y resultó que era un carbunco del ántrax. La última teoría es que pude comer un trozo de carne contaminada demasiado cruda.

-Vaya tute para un solo organismo.

-Soy una persona muy débil. Más aún con los kilos que he perdido por no poder comer nada. Al adelgazar, tengo un riñón descolgado unos cinco centímetros. Me han desaconsejado la maternidad... Toqué fondo hace un año cuando, por un simple resfriado, no pude ir a la boda de mi mejor amiga. Llegué a preguntarme: «¿Vale la pena vivir así?».

-Superó ese bache.

-Al final todo esto me ha despertado más ganas de vivir. Y aunque estoy cadavérica, lo positivo es que la gente de la moda me busca. Soy la imagen de la diseñadora Eva Orive, he trabajado para una campaña de Ducati y para un perfume de Nina Ricci destinado a revistas americanas. Si no llego a darle la vuelta a todo esto, no podría seguir.