CIUDAD ON

Los libreros se van de marcha

¿Qué hacemos la mayoría al cumplir 18 años? Celebrarlo con una fiesta en la disco. Pues el Premi Llibreter, igual: en su 18ª edición, entregó los galardones en Luz de Gas

Josep Maria Pou, pregonero de la festa del Premi Llibreter

Josep Maria Pou, pregonero de la festa del Premi Llibreter / ÁLVARO MONGE

IMMA MUÑOZ

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La cola que había el pasado viernes, 30 de junio, minutos antes de las ocho de la tarde ante la puerta de Luz de Gas era tan larga como la que seguro que se formó cinco horas más tarde, pero muy diferente. Poco tacón, ellas; bambas, ellos; ropa cómoda (ni apreturas ni almidonajes) en general. Esa tarde-noche, a la discoteca de Fede Sardà no se iba a enseñar, sino a aprender: del entusiasmo de los autores, editores y libreros que recogían y entregaban premios en el escenario, y de los que pululaban, también entre lectores, por la sala.

En total, cerca de 450 amantes de la literatura (entre ellos, autores como Miquel AdamJoan Todó o Maria Carme Roca; libreros como Guillem Terribas, de la Llibreria 22, de Girona, y Fe Fernández, que ha hecho que a más de uno le entren ganas de mudarse a Les Franqueses del Vallès solo para estar cerca de la fantàstica L'Espolsada; y Xavier Gafarot, jefe de prensa del Grup 62, que un día antes había sido reconocido en Girona con el premio Pere Rodeja por su labor como divulgador de la literatura) participando en la fiesta de entrega de los prestigiosos Premis Llibreter, que, con 18 años cumplidos en esta edición, ya tenían edad para entrar en la discoteca.

Cuando lo hicieron, la exclamación debió de ser la de todo el que pisa el local por primera vez: «¡Joder, qué frío!». Es lo que tiene esta sala: que se pone hasta los topes y, para evitar lipotimias, el aire llega directamente del polo. Pero, claro, hasta el momento de la superpoblación, una lamenta no llevar el traje regional inuit. Lo mismo pensó la señora mayor (muy mayor incluso para uno de los pocos locales de la ciudad en la que los cuarentones no nos sentimos los papás de toda la concurrencia) que reñía a su acompañante: «¿Ves como había que coger una chaquetita?».

¿LIBRERO O ASESINO PROFESIONAL?

Pues en eso estábamos, sobrellevando el frío, sonriendo al ver carritos de bebé en Luz de Gas y a los camareros sirviendo más zumos de melocotón que en toda su carrera, cuando empezó el acto. Toni Puntí repitiendo de presentador; el presidente del Gremi de Llibreters, Antoni Daura, festejando el nuevo Pla Nacional de Lectura (sin imaginar que a su impulsor, el 'conseller' Santi Vilale quedaban en el cargo dos telediarios), y el pregonero, Josep Maria Pou, poniendo el punto de morbo a la velada: ¿estaba ahí en calidad de librero o de asesino profesional (de ficción, en ambos casos, se entiende)? Él mismo resolvió la duda: de «lletraferit». En el sentido literal: pasó siete semanas con el pie vendado porque un libro que le tiraron a la cabeza le lastimó un dedo, y cuatro con una herida en la nariz porque se durmió leyendo en un iPad y le cayó en la cara. Además, desafiaba a sus padres devorando libros con una linterna bajo las sábanas. Moraleja: mejor le compramos a los niños un patinete. Es mucho más seguro.

¡VIVA LA LITERATURA INFANTIL!

¡¡¡Noooo!!! Porque aquí llegó lo mejor del acto: la reivindicación de la literatura infantil y juvenil (LIJ) que hicieron Albert Asensio y Mar González, autor y editora, respectivamente, de 'El banc blau' (Babulinka), al recoger el premio al mejor álbum ilustrado, y la librera Núria Dòria al entregarlo. «Si queremos un país lector, pongamos la LIJ en el lugar que le corresponde», resumió la editora. Ovación. Como las que recibieron los otros premiados de la noche -Raül Garrigasait, ganador en la categoría de Literatura Catalana, y el sardo Marcello Fois, en la de Otras Literaturas-, sí, pero mucho más necesaria. Desde la primera edición, en el 2000, se han concedido premios al mejor álbum ilustrado. ¿Cuántos han copado titulares? Ahí lo dejo.

Acabados los parlamentos, foto de familia y una intención: que el acto derivara en fiestón, amenizado por el jazz del Bernat Font Trio. «Pero la gente apostó por continuar la fiesta fuera de Luz de Gas, cenando. Demasiado frío», revela una asistente. Aunque me juego el abrigo a que muchos volvieron después del postre.