drama

'Wall Street: el dinero nunca duerme', un filme gráfico y práctico

Quim Casas

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Oliver Stone sigue siendo igual de bruto que siempre, incapaz de mostrarse sutil en ninguno de los grandes temas que ha tratado a lo largo de su dilatada filmografía, pero en su segunda inmersión en el boscoso territorio de Wall Street, donde se cuecen las finanzas de buena parte del mundo, se vuelve muy gráfico cuando quiere.

El regreso del tiburón de las finanzas encarnado por Michael Douglas funciona peor que la primera película,Wall Street,fechada en 1987, cuando el paisaje capitalista era bien distinto al actual. Entre otras cosas porque el nuevo filme se apuntala por igual en una historia de agentes despiadados, una historia de amor (la de la hija del protagonista con otro crash de la bolsa) y una historia de redención algo impostada: Gordon Gekko, el personaje de Douglas, no tiene escrúpulos, y cambiarlo ahora no tiene sentido alguno.

Pero Stone acude a lo más gráfico de su repertorio cuando se trata de explicar los mecanismos financieros, y ahí el filme resulta fascinante hasta para los más neófitos en materia bursátil. Y está Frank Langella, más mejorado cuando se acerca al ocaso de su carrera.