'MAL ROLLO' CON DENOMINACIÓN DE ORIGEN FEMENINA

Las escritoras crueles

Marina Perezagua y Pilar Adón ejemplifican una nueva generación de autoras que no temen violentar a sus lectores

Pilar Adón y Marina Perezagua

Pilar Adón y Marina Perezagua / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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No le tienen miedo a inquietar al lector, a llevarle por territorios incómodos, a mirar cara a cara la violencia y ésta puede manifestarse de forma directa o agresiva o de una manera más soterrada, siempre eficaz. No hay asunto, digamos, ‘desagradable’ que se les resista, porque no les va instalarse en la comodidad, ni intentan ser indulgentes. Y son mujeres. Escritoras. El escritor José Ovejero, muy interesado en los territorios del mal y la crueldad, detectó que esa tendencia narrativa de la crueldad no afecta solo a los hombres, también la cultivan ellas con un especial y retorcido ensañamiento que no excluye una soterrada moralidad. En los últimos años un grupo de autoras "feroces", como las denomina Ovejero, han despegado con fuerza en castellano. En ese territorio se encuentra la madrileña radicada en Sevilla Sara Mesa, que con sus últimas novelas '4x4' y la reciente 'Cicatriz' se ha erigido como la reina del desasosiego, que muy probablemente revalidará su título cuando el próximo febrero aparezca su libro de cuentos, 'Mala letra'.

Ese poso de ‘mal rollo’ también está en los relatos de una de las escritoras argentinas actuales más sobresalientes, Samanta Schweblin, ganadora del Premio Ribera del Duero con 'Siete casas vacías', que se instala como en su anterior, y primera, novela, la extraordinaria 'Distancia de rescate', en el dislocado territorio del terror. Como dislocado y un punto excéntrico es también el mundo de la mexicana Guadalupe Nettel. Guadalupe NettelTambién se sitúa en esa liga la algo más veterana Nuria Barrios, madrileña, con su celebrado libro de relatos 'Ocho centímetros', en el que lo doloroso no quita lo humorístico.

Dos novelas recientemente aparecidas son un perfecto ejemplo de esta tendencia. Se trata de la impactante 'Yoro' de Marina Perezagua (Libros del Lince) y la más atmósferica 'Las efímeras' de Pilar Adón (Galaxia Gutenberg). Ambas autoras aceptan encantadas y orgullosas el calificativo de crueles y reflexionan sobre el tema, vinculándolo a una particular percepción del cuerpo y el sexo.

MARINA PEREZAGUA La belleza en el horror

Ya desde el nombre, Marina Perezagua (Sevilla, 1978) que vive y trabaja en Nueva York, estaba destinada a sentirse a sus anchas en el mar. "Nadar y escribir están íntimamente vinculados. En el agua siento que allí todo es sinceridad, fuera se sitúan los recelos. Murakami hacía un paralelismo parecido con el acto de correr". La menor de las proezas de Perezagua es haber cruzado el estrecho de Gibraltar a nado. La mayor, 'Yoro', su primera novela que bebe de sus dos descarnados libros de cuentos anteriores, 'Criaturas abisales' y 'Leche'.

El libro, que apenas deja respiro al lector por su intensidad, explora los límites de la tragedia y sigue el testimonio inaudito de una japonesa intersexual, o lo que antes se denominaba hermafrodita, a quien las quemaduras de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima eliminan sus atributos masculinos en sintonía con el sexo femenino en el que ella se quiere construir. La narración explora los límites físicos de lo que significa ser mujer: "Quise reivindicar esa figura admirando su estética y su belleza a través del horror de la historia y del dolor del personaje", asegura.

En el tema del dolor, Perezagua sabe de qué habla: "Tuve una infancia muy desgraciada", explica evocando a un padre hiperinteligente pero con problemas mentales y a una madre que, pese a apoyarla, no pudo protegerla de la indefensión. "Me salvé gracias a mis profesores y amigos y hace años que soy una mujer agradecida y feliz". Así se define, pero en ella como autora hay una gran ferocidad asumida. “Me gusta estar en esa línea. Creo que la realidad hay que presentarla abriendo bien los ojos. Antes pensaba que mi propósito era simplemente estético, pero cambié totalmente porque cada vez es más difícil no tener una mirada empática y política respecto a la realidad”.

PILAR ADÓN Insectos como nosotras

Hace doce años que Pilar Adón (Madrid, 1971) no publicada una nueva novela. En el ínterin han aparecido libros de cuentos y poemarios, marcados todos por esa atmósfera desasosegante y un punto gótica, que es su sello personal. 'Las efímeras' - el título hace alusión a unos insectos de vida breve e intensa actividad reproductiva- sigue a dos hermanas que sobreviven aisladas en un colegio que antiguamente se formó como una antigua comunidad utópica y cuyos ideales han ido degenerando con el tiempo. La novela habla del amor, mal entendido como una relación de dependencia absorbente, todo ello enmarcado en una naturaleza nada bucólica. “El entorno no es en absoluto ajardinado, desde luego, y es lo que provoca que los personajes actúen de una manera u otra. Si no estuvieran metidos en esa atmósfera violenta seguramente actuarían de otra manera. De hecho, la naturaleza es un personaje más”.

Adón persigue hacer una novela que moleste, por algo más que lograr un mero efecto dramático.  "Creo que en los últimos tiempos a las escritoras nos interesa el tema de la violencia porque es lo que vivimos cotidianamente, y no me refiero solo a las relaciones sociales o a la violencia de género. Nuestro propio cuerpo también está sometido a una pautas de violencia, en las que todos los meses expulsamos sangre. Naturalmente, eso es algo fisiológico, pero la sangre inevitablemente está relacionada con el dolor, la agresividad y la muerte. Y para nosotros es algo habitual. El propio parto también tiene connotaciones violentas".

Cree la autora que hoy, de una forma idealista, se sigue manteniendo a la mujer como una figura a la que proteger, a la que separar de lo que sucede. "Eso es totalmente absurdo. Ya que desde nuestra propia integridad estamos viviendo con pautas soterradas de violencia vinculadas al cuerpo femenino. Esto es algo que algunas artistas plásticas como, Marina Nuñez, por ejemplo, también están explorando".

No se espere sin embargo en Adón un lenguaje directo frente a esa exploración "No soy nada agresiva en el lenguaje, pese a sí puedo serlo en el tema. Creo que cada una de nosotras aborda esa cuestión a su manera. Marta Sanz, por ejemplo, es muy directa y con ello crea mucha ansiedad. Como también lo ha sido Elvira Navarro con 'La trabajadora'. Es un tema muy interesante que, supongo, seguirá dando frutos".