Knopfler viaja a las raíces

Mark Knopler, enun momento del concierto de anoche en el Poble Espanyol.

Mark Knopler, enun momento del concierto de anoche en el Poble Espanyol.

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Mark Knopfler lleva bastantes años tomando distancia con aquel rock de gran formato que cultivó con Dire Straits y trabajando con otros materiales, ralentizando los ritmos, bajando el tono y deleitándose con los ancestros de la música popular: el folk de raíces celtas, el blues, el country. Fibras delicadas, con sabor, más sensibles que innovadoras, que en sus recitales se cruzan con unas raciones de Dire Straits que el guitarrista considera inevitables. ¿Dos conciertos en uno? No tanto. La voz y la guitarra de Knopfler son poderosos factores cohesionadores.

Anoche quedó claro, como, sin ir más lejos, hace dos años en el mismo Poble Espanyol, que Knopfler no se rige por la caza y captura del hit, ni por un intento de retención del gran público con nuevas versiones del sonido de Dire Straits. Considera que no hay nada más emocionante que una susurrante canción inspirada por las fuentes de la música rural, o un ritmo primitivo de tensión mística digna del grupo subsahariano Tinariwen, como es Broken bones, la canción que abrió el recital con 35 minutos de retraso. Una lluvia impertinente boicoteó el horario previsto y llenó el recinto de dudas felizmente disipadas. Y así, con una canción de Tracker, su particularmente intimista nuevo disco, nos introdujo Knopfler en sus cadencias sensuales y mestizas, del guiño a su desaparecido héroe J. J. Cale al guitarreo rockero de Corned beef city, con sabrosos punteos de slide guitar, y de ahí al desamparo acústico de Privateering.

VIOLINES Y GAITAS

Obra reciente, en esos primeros compases de la noche, interrumpida por un rescate de Father and son, pieza de la banda sonora de Cal, que en su día, 1984, avisó a los fans de que el enamoramiento de Knopfler respecto del folk no era un flirt pasajero. El guitarrista tomó la palabra brevemente para disculparse por el retraso del concierto. La gaita de Mike McGoldrick, exmiembro de la banda escocesa Capercaillie, reforzó el vínculo con la tradición y cubrió la pieza de un aura poética.

McGoldrick es fijo en una banda que absorbe talantes y conocimientos muy diversos: ahí estuvieron los teclados de Guy Fletcher, colega de los días de Dire Straits, el violín roots de John McCusker; el bajo y contrabajo de Glenn Worf, con bagaje en el country, y la batería de Ian Thomas, un tipo que ha tocado con todo el mundo, hasta en algunos discos de Manolo García y Alejandro Sanz. El repertorio insistió brevemente en Tracker con un par de piezas más, el medio tiempo Skydiver, con un desarrollo instrumental en el camino, y el pequeño festín céltico de Laughs and jokes and drinks and smokes.Cuando se trata del repertorio de Dire Straits, Knopfler nunca se ha caracterizado por sorprender a sus fans, ya que siempre se decanta por revisar los mismos clásicos, pero en esta gira ha tenido a bien recuperar Your latest trick, una discreta exquisitez del álbum Brothers in arms (1985), que sonó en una versión muy cercana a la original, con su sinuosa melodía de saxo, acogida con gran concentración en el Poble Espanyol.

SOLO ÉPICO

El guion de los últimos conciertos se vio anoche un poco modificado y Knopfler colocó ahí Romeo and Juliet, seguida de una licencia informal (el grupo al completo tocando el cántico popular «oé, oé, oé») y un Sultans of swing para el que no parecen pasar los años, con sus limpios acordes de guitarra y su épico desarrollo final heredero de la toma en directo del álbum Alchemy (1984).

Antes de volver a Dire Straits, Knopfler defendió otras piezas de su repertorio solista, Postcards from Paraguay, con ritmo latino y flauta precolombina, la inesperada Marbletown y Speedway at Nazareth. El camino a Telegraph road estaba trazado, añadiendo después la imprevista Brothers in arms. Al cierre de esta edición, acudía a otro clásico, So far away, y a la espera del clímax con Going home. De las raíces folk a las del propio Knopfler.

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