LA VISIÓN RENOVADORA DE UNA EDAD DE ORO

El fotoperiodismo empezó así

Josep Maria Sagarra, en los años 30 encaramado a una farola.

Josep Maria Sagarra, en los años 30 encaramado a una farola.

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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El ritmo de publicación de libros de fotografía con escenas de la Barcelona de antaño o de catálogos de exposiciones de primeras espadas de la profesión desborda al más interesado en el tema. Pero el próximo miércoles llega a las librerías un libro destinado a marcar un antes y un después en la historiografía del fotoperiodismo catalán, y a convertirse en imprescindible en cualquier biblioteca atenta a esta disciplina. Tras cinco años de trabajos exhaustivos, un colectivo formado por un historiador, Pablo González Morandi, un antropólogo, Andrés Antebi, una periodista, Teresa Ferré, y un diseñador gráfico, Roger Adam, publica Repòrters Gràfics, Barcelona 1900-1939, la biografía colectiva de un oficio que nació con el siglo y llegó a una espléndida madurez en los años 30, hasta que el franquismo diezmó la profesión y condenó al olvido a parte de ella, recuperada solo de forma parcial y sesgada tras la transición.

Solo la colaboración del Ayuntamiento de Barcelona y el Arxiu Nacional de Catalunya ha permitido la publicación de una obra de 450 páginas en dos volúmenes (y que salga por 40 euros), con una maquetación original y un trabajo de archivo desbordante. El primer volumen, (Ofici), dedicado a la evolución de la profesión, ilustrado con fotografías de todos los fotoperiodistas de la época en pleno faena y documentos obtenidos de archivos y, sobre todo, familias, y rematado con las biografías de 32 profesionales (12 de ellos, más el cineasta Joaquim Soler, especialmente destacados), un primer canon de la profesión seleccionado entre los 160 fotoperiodistas activos en el periodo que los autores han identificado. Mucho más extenso que los dos o tres nombres, dicen los autores, «que han proyectado una sombra que ha ocultado a sus colegas». El segundo (Kiosk), una antología de fotografías, primando las inéditas o de autores olvidados o desconocidos y muchas de ellas en el contexto de los medios en que fueron publicadas.

UNA NUEVA VISIÓN

Repòrters gràfics sale al paso, dice Andrés Antebi, de «un déficit de conocimiento, tópicos y lugares comunes». A partir de un vaciado extensivo de archivos y hemerotecas y de una labor a veces detectivesca de localización de familias a las que se les había perdido el rastro han sacado a la luz nombres e imágenes olvidadas y corregido errores factuales que se repetían desde hace décadas. El primer diario gráfico no fue El Día Gráfico sino La Tribuna. Centelles no fue el único en la calle en julio de 1936, ni el primero con una Leica en sus manos, ni la introducción de esta cámara tuvo un papel tan crucial...

«El verdadero nacimiento del fotoperiodismo en Barcelona es la Semana Trágica, como ya escribió Francesc Espinet, apunta Teresa Ferré. Tuvo, plantean, un momento de madurez en la exposición de 1929, y el impacto del estallido de la guerra civil como origen del fotoperiodismo moderno ha sido mitificado (había fotoperiodistas que llevaban décadas fotografiando iglesias quemadas, manifestaciones, huelgas, tiros y barricadas, que esa era la Barcelona del primer tercio de siglo), tanto como el de la introducción de cámaras de pequeño formato como la Leica en los años 30 en la renovación del lenguaje fotográfico. «Lo escribió Gisèlle Freund en 1968 y se ha ido repitiendo. Pero alucinas con fotos de los años 20, por ejemplo de deportes, con cámaras de placas», opina Ferré, quien recuerda que la modernidad en el fotoperiodismo no llega como una revelación, «sino que la producción local está al mismo paso que la europea».

CÓMO TRABAJABAN

Repòrters Gràfics intenta reconstruir el funcionamiento de la profesión (sociedades, agencias, patrones y aprendices, encargos, retribuciones y corresponsalías, escaleras, motos y laboratorios de revelado, una competencia a veces a patada limpia, viajes al frente en convoys organizados y encuadramiento de los profesionales en los organismos de propaganda que matizan la imagen romántica del reportero de guerra). Y el resultado contradice con las visiones que «quieren introducir al fotoperiodista en el mercado del arte», apunta Ferré. «Era un trabajo muy precario y sin el concepto de autoría que adopta a partir de los años 30», añade. Las grandes exposiciones sobre algunas figuras, y los análisis sobre sus estilos, llevan a inmensos equívocos: salir por ejemplo de la muestra de Brangulí creyendo que se ha descubierto un autor cuando, por ejemplo, muchas de sus fotos de deportes y toros son encargadas a Gaspar, Claret o Mateo. O hablar de la maleta de Centelles, que los autores califican abiertamente como una «maleta colectiva» en la que el entonces jefe del servicio fotográfico de la inteligencia militar transportó obra de otros fotógrafos.

HISTORIAS SABROSAS

El libro no es el trabajo académico que los autores también podrían haber abordado sino «un libro claramente de divulgación», donde el texto cede centenares de páginas a la imagen y la revisión historiográfica se apunta de forma sintética para dejar lugar a algunas anécdotas e historias sabrosas (y a veces dolorosas, como alguna delación) de un colectivo bohemio que vivió tiempos interesantes. Merletti, sus caramelos y Alfonso XIII, un casi pugilato entre él y Pérez de Rozas...

UN PUNTO DE PARTIDA

El libro, apuntan sus autores, es solo un punto de partida que abre nuevos caminos, igual que ellos partieron de los trabajos de síntesis pioneros (que ahora revisan a fondo) de Jaume Fabre, Josep Maria Huertas, Francesc Espinet o Josep Cruanyes, lastrados por el menor acceso a los archivos en los tiempos previos a la digitalización, o de las monografías de investigadores más recientes. «Sin internet no hubiésemos poder hecho esto. Hemos trabajado a otra dimensión que en las obras de hace 20 o 30 años», reconoce Antebi. Ellos mismos, que desde el Observatori de la Vida Quotidiana han planteado este trabajo como una parte de un proyecto más amplio, La imatge velada, tienen entre manos un audiovisual sobre los tres reyes magos, Gaspar, Segarra y Torrents, una biografía de Gabriel Casas y el guion de una exposición sobre Pérez de Rozas para el Arxiu Fotogràfic de Barcelona. «El libro también es -añaden Ferré y Antebi- un toque de atención a las Administraciones por todo el patrimonio histórico que se está dejando perder».