MONTAJE LITERARIO EN UN ESPACIO SINGULAR

Elogio de la lectura

Caudalosa 8 Lluïsa Mallol en la pequeña sala del barrio Gòtic.

Caudalosa 8 Lluïsa Mallol en la pequeña sala del barrio Gòtic.

ELENA HEVIA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una de esas tardes en las que lo echarías todo a rodar, la actriz Lluïsa Mallol soñó ser otra. Estaba en una biblioteca y la serenidad del lugar la llevó a desear ser bibliotecaria. Ordenar los libros, cuidarlos, forrarlos y, por supuesto, poder leerlos, le pareció una manera plácida de reinventarse. Llegó a matricularse incluso en Biblioteconomía y Documentación, lo que sirvió para que su sueño romántico se hiciera añicos. Entre bases de datos y ordenadores, lo último que hacen las bibliotecarias es leer -por lo menos durante el trabajo-.

Pero eso no evitó que cuando llegó a sus manos Signatura 400, un monólogo escrito por la debutante y joven autora francesa Sophie Divry, protagonizado por una veterana bibliotecaria un tanto neurótica, aquel sueño regresara y el texto acabara convirtiéndose en un montaje. A partir de mañana, Signatura 400 llega al Círcol Maldà, bajo la dirección de Joan Peris, en adaptación y traducción de Mallol, que acompañada en escena por un silencioso Joan Gibert, es la estrella indiscutible de la obra.

Mujer de mediana edad, la bibliotecaria da rienda suelta a su errático discurso cuando dos horas antes de que se abra el centro descubra allí a un tipo que se ha quedado encerrado. «Ella está acostumbrada al silencio y a que nadie se fije en ella, por eso aprovecha ese interlocutor mudo para que se desate su verborrea», explica Mallol. La mujer, que ni siquiera tiene nombre, se muestra torrencial, por fin tiene a alguien que la escucha. «Descubre que han colocado mal un libro y eso la desequilibra y dispara su neurosis».

El monólogo, que se desarrolla en la cuerda floja de lo humorístico y lo dramático, desgrana diversos temas como el orden de las cosas y de los libros; los amores perdidos; la oposición entre vida y lectura; la fijación de la mujer por la nuca de un chico que visita el centro, y por el propio chico, claro está; su amor por Maupassant y su reticencias a Balzac; su feminismo aprendido en Simone de Beauvoir, su defensa de la lectura... «Porque esto, ante todo, es un homenaje a los libros y la lectura», advierte la actriz y en estos tiempos de arrinconamiento y recorte cultural, el texto bien podría ser una perfecta arma arrojadiza frente al ministro Wert y su equiparación de la cultura al ocio. «Mi bibliotecaria dice: 'La cultura no es un placer. La cultura es un esfuerzo permanente del ser para escapar de su vil condición de primate subcivilizado'. Y aunque esto suene a exageración encierra también una verdad: la cultura es necesaria y mucho más en estos momentos », advierte.

La reivindicación viene con melancolía porque la obra clausurará la actual etapa del Círcol Maldà. El antiguo y aristocrático salón del Barón de Maldà ha sido con sus altos y sus bajos uno de los espacios más singulares de la ciudad. No haberlo pisado nunca es un pecado.