Tu canción también es mía

Ramón de España

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La mejor descripción que he oído en mi vida de Frank Sinatra se la debo a Gato Pérez: «Es un hombre que canta canciones ajenas como si fueran pedazos de su vida». Creo que lo mismo -o algo muy parecido-puede decirse del gran Joe Cocker, un hombre que, surgido en una época de brillantes cantautores y compositores vanguardistas, nunca quiso ser nada más -¡y nada menos!- que un magnífico cantante. Tenía muy buen gusto, eso sí, y nunca se conformó con la primera copla que le pasaba su mánager, hasta el punto de superar en ocasiones el original. ¿O es que su versión del tema de los Beatles With a little help from my friends no daba vuelta y media a la de Ringo Starr? Mientras Ringo la cantaba como lo ha cantado todo siempre -con distancia irónica, permanente homenaje al vodevil y la conciencia de que lo que está diciendo no va muy allá-, Cocker la convirtió en el dramón de un hombre plenamente consciente de que necesita la ayuda de sus amigos para tirar adelante en esta vida.

En directo, Cocker hacía que todo su cuerpo siguiera a su voz, hasta el punto de patentar un estilo filo epiléptico a base de chasquear los dedos, retorcer el torso y conseguir que el público fuese capaz de ver a nadie más en el escenario. Su mejor disco es en directo: Mad dogs & Englishmen, grabado en 1970 con un título prestado de un tema de Noel Coward de 1931. Todas las canciones están sabiamente elegidas y brillantemente recreadas. Y su relación con las versiones originales es, como mucho, oblicua, cuando no una reconstrucción particular de un tema ajeno tan retorcida y sabiamente manipulada que acaba siendo propio.

Con el tiempo, Cocker fue perdiendo algo de su salvaje y visceral acercamiento al repertorio mientras se forraba gracias a Hollywood. Nada pudo hacer con la babosa Up where we belong, de la película Oficial y caballero, pero su versión de You can leave your hat on, oscuro tema del glorioso Randy Newman, que sonaba en Nueve semanas y media, otorgó una vida nueva y probablemente eterna a una canción que nadie se había tomado la molestia de escuchar.