DRAMA

'Camino a la libertad': Un viaje largo, muy largo

Camino a la libertad Un viaje largo, muy largo_MEDIA_1

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N. S.

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La primera película en siete años de Peter Weir es una epopeya de coraje y supervivencia a la manera de David Lean. Está inspirada en una historia real, o algo parecido. En 1939, el teniente polaco Slavomir Rawicz fue hecho prisionero por los soviéticos en el gulag siberiano. En 1941, se escapó junto a otros fugitivos y logró la hazaña de caminar 6.500 kilómetros hasta India, al menos así lo afirmaba él mismo en el libro en el que Weir se ha basado. Sin embargo, hoy se sabe que Rawicz no hizo ese viaje.

En todo caso, somos conscientes de cada uno de esos kilómetros mientras contemplamos a los personajes avanzar de la tundra nevada a los bosques helados, de los irrespirables pantanos al fogoso desierto para, finalmente, dos horas más tarde, acabar en el Himalaya. En el camino, luchan contra los elementos, se mueren de hambre y, se supone, se conocen un poco a sí mismos y los otros y hasta vislumbran alguna certeza sobre la humanidad. Sin embargo, todo eso queda enterrado bajo la impresionante cinematografía, siempre dispuesta a demostrarnos con una suntuosa panorámica la fuerza avasalladora de la naturaleza. Entre los sucesivos montajes de caminatas y el lento proceso de degradación física, poco espacio les queda a los actores para llenar sus papeles, más allá de las pequeñas revelaciones y resoluciones que el guión les ofrece casi siempre en forma de sermón o muerte.

Así pues, la ambigüedad moral y la resonancia emocional del periplo se desvanecen mientras la película se vuelve mecánica y repetitiva, convirtiéndose esencialmente en una serie de obstáculos e hitos y una colección de clichés cinematográficos sobre el triunfo del hombre frente a la adversidad.