debate sobre la conservación de la naturaleza

Santuarios forestales

El abetal de Begues de Riu, uno de los ejemplos del inventario de bosques maduros de Catalunya.

El abetal de Begues de Riu, uno de los ejemplos del inventario de bosques maduros de Catalunya.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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Las Bagues de Riu, un abetal situado en la Cerdanya con árboles que superan los 200 años de vida, se ha convertido involuntariamente en el centro de una polémica sobre si los llamados bosques maduros o en plenitud ecológica deben ser sometidos a algún tipo de gestión forestal o, por el contrario, es preferible dejar que sea la naturaleza en exclusiva quien rija su futuro.  La Generalitat concedió recientemente un permiso para que el Ayuntamiento de Riu de Cerdanya, propietario del bosque, talara varios rodales con el argumento de que ello mejoraría la salud del propio paraje, pero las protestas de diversos grupos ecologistas, encabezados por Accionatura, han aplazado la llegada de las motosierras.

Hace muchos siglos que Catalunya perdió sus últimos bosques primigenios, bosques jamás alterados, pero sí cuenta con al menos 290 parajes con viejos árboles que atesoran una gran diversidad biológica y un evidente valor estético, según el inventario de bosques maduros publicado en el 2011 por el CREAF, instituto de investigación forestal en el campus de la UAB. Accionatura denuncia que 16 parajes incluidos en el inventario han sido sometidos en los últimos años a talas y que otros muchos, empezando por Bagues de Riu, están amenazados.

Jaume Hidalgo, especialista de Accionatura, asume que el grado de afectación en los 16 rodales ha sido muy diferente, según muestran las fotografías realizadas por la asociación antes y después de las talas. Pero lamenta que incluso en los casos menos flagrantes «se han cortado justamente los viejos árboles que conferían singularidad al bosque».

ADHESIONES / La campaña, a la que se han sumado Depana, SEO-Birdlife, Ecologistas en Acción, World Nature, Col·legi de Biòlegs e Ipcena, entre otras entidades, solicita que los 290 bosques permanezcan como santuarios sin explotación. «No estamos hablando de todos los bosques, sino de un pequeño conjunto de bosques viejos que no representan ni el 0,3% de la superficie forestal de Catalunya, menos de 3.000 hectáreas», dice Hidalgo. En el resto, «bastaría con dejar algunos pies viejos, entre 5 y 10 por hectárea». «Los bosques maduros son especiales. Tienen árboles en descomposición que ayudan al asentamiento del musgos y líquenes, troncos con agujeros en los que crían pájaros...», relata.

Un propietario no puede talar su bosque sin criterio, sino que necesita un estudio favorable de la Direcció General de Medi Natural (Departament d'Agricultura), por lo que a fin de cuentas es la Administración quien decide si un bosque se corta. En Begues de Riu, según subraya el director general Antoni Trasobares, hay un plan de gestión aprobado hace años con unas talas de «perfil minimalista». «Más que trabajos de aprovechamiento, son de mantenimiento», añade.

El problema es que la mayoría de los bosques catalanes están en manos de particulares  -a lo sumo son municipales-, por lo que deberían articularse mecanismos para compensar a los dueños que no los exploten, como asume Hidalgo. «He hablado con muchos propietarios y estarían encantados. De hecho, ahora no es precisamente el mejor momento para vivir de la madera», dice el especialista de Accionatura. «Buscamos algún tipo de pago por servicios ambientales, sea a partir de la Administración o mediante algún patrocinio».

Las Bagues de Riu es el mayor bosque maduro catalogado por el CREAF,

con 126 hectáreas, aunque la porción pendiente de actuación ocupa unas 10. «Si este bosque es ahora un abetal con árboles de edades variadas es porque el hombre ha querido que así fuera», sintetiza Jordi Vayreda, ecólogo del CREAF que ha participado en la elaboración del inventario y que también ha asesorado a la Generalitat sobre esta actuación en la Cerdanya. Vayreda afirma que la especie dominante en 1910 era el pino albar, y que si ahora es al revés es porque se han ido seleccionando los árboles. Desde hace tres décadas, no obstante, no se toca nada.

«Claro que es un bosque hermoso, pero muy cerca los hay más maduros», prosigue el ecólogo. Y añade: «Lo que ahora se quiere hacer es quitar unos cuantos árboles de edades intermedias, sobre todo pinos, y abrir claros para favorecer la regeneración de árboles más jóvenes». En cualquier caso, el especialista lamenta que Catalunya no tenga algún texto legal que proteja específicamente los bosques maduros.

Trasobares insiste que los bosques deben analizarse «caso por caso». «Es posible que entre los 290 parajes del inventario haya alguno que merezca no ser tocado por sus particularidades o incluso porque está inaccesible, pero en la mayoría es necesario por su propio bien». El problema, concluye el director general, es que «se empezó la casa por el tejado sin haber previsto las posibles alternativas compensatorias para quien no tocara nada».