DESAFÍO EN LA EXCOLONIA BRITÁNICA

Una China diferente

La vida en Hong Kong, dinámica y cosmopolita, tiene personalidad propia

XAVIER MORET

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Lo Kwai Cheung, profesor de la Baptist University de Hong Kong, me comentaba hace unos años que «la literatura escrita en Hong Kong es muy distinta de la que se escribe en el resto de China». Y añadía: «Tiene personalidad propia, hasta el punto de que cuando China fue el país invitado en la Feria del Libro de Fráncfort, en octubre del 2009, tuvo un espacio diferenciado».

Comentarios como este los escuché a menudo durante los dos meses que pasé en el 2010, como profesor invitado, en la Baptist University: la vida en Hong Kong tenía poco que ver con la de otras ciudades chinas.

«En Hong Kong todo es distinto», me resumió el entonces cónsul español, José Luis Flores. «Funciona de hecho como un Estado independiente, excepto en asuntos exteriores y defensa. Hay más libertad que en el resto de China. Por ejemplo, en la Asamblea llegaron a debatir si pedían la puesta en libertad del Nobel de la Paz chino... y no ganaron por poco».

Para ilustrar las diferencias que había entre vivir en Hong Kong o en otra ciudad china, añadía el cónsul: «Aquí hay acceso a todo. A internet, a Facebook, etc... En China, no. Hace unas semanas, el segundo día que estuve en Shanghái ni abrí el ordenador, sabía que no podía acceder a casi nada».

LEMA OFICIAL

El lema oficial de «un país, dos sistemas», que rige desde la Devolución de 1997, cuando el Reino Unido se retiró de la excolonia, se notaba, y mucho, en la vida diaria. En Hong Kong todo era más sencillo, incluso para los empresarios que querían hacer negocios con China. Los que conocí valoraban el ambiente cosmopolita y el conocimiento del inglés en la excolonia y se reían de los empresarios chinos que suelen ir con sobres llenos de billetes, ya que en el resto del país no se fían de las tarjetas de crédito.

El poeta David McKirdy me contó que cuando se acercaba el momento de la Devolución fueron muchos los chinos ricos y expatriados que no se fiaron de las promesas de los dirigentes chinos y optaron por largarse. La ciudad canadiense de Vancouver fue una de las que acogió a más refugiados, hasta el punto que la rebautizaron como 'Honkouver', pero también fueron muchos los que decidieron quedarse.

FACHADA MARÍTIMA

«Pase lo que pase, yo no pienso marcharme», me decía McKirdy, «ya que siempre será una ciudad muy interesante. Lo que me fascina de Hong Kong es que aquí todo cambia muy deprisa. Es una ciudad dinámica en la que cada pocos años ganan tierras al mar y cambian la fachada marítima».

Durante mis días en Hong Kong solía hacer un itinerario que consistía en pasear primero por los barrios de Central Wan Chai, donde se concentran los rascacielos de las finanzas, para embarcarme después en el 'Star Ferry' para la península de Kowloon. Mientras navegaba por el puerto no me cansaba de admirar la bella fachada marítima, con rascacielos de todos los estilos y el pico Victoria como fondo.

KOWLOON TONG

Una vez en Tsim Sha Tsui me subía al bus que circulaba por Nathan Road hacia el barrio de Kowloon Tong, donde se halla la Baptist University. Por el camino veía como las lujosas tiendas de Tsim Sha Tsui cedían el protagonismo a los mercados callejeros del barrio de Mongkok. Era un proceso en el que la ciudad parecía ir recuperando su alma china. De vez en cuando, prolongaba mi recorrido hasta los Nuevos Territorios, donde el ambiente chino era aún más visible.

«Hong Kong siempre está cambiando», me resumió Lauren Pfister, profesor de Filosofía China. «Cambió mucho en los años 60, con la llegada de miles de refugiados procedentes de China, y ha cambiado desde la Devolución de 1997. Ha cambiado y lo seguirá haciendo, ya que, como dice el 'I Ching', el cambio es lo único que nunca cambia. La sociedad china es así, a veces difícil de comprender para un occidental, pero llena de sentido para los orientales».

Ahora, cuando los ciudadanos de Hong Kong han salido a la calle para reivindicar libertad y democracia, recuerdo las palabras del profesor Pfister y me pregunto hasta dónde llegará el cambio de Hong Kong. El proceso de cambio político, al final del cual se supone que dejará de haber dos sistemas en un mismo país, está previsto que dure hasta el año 2047, pero es evidente que el futuro se está jugando estos días en las calles de la excolonia. El dilema está servido: ¿Conseguirá Hong Kong mantener su personalidad diferenciada o será asimilada al resto de la China?