Alina Kabáyeva

Una novia tabú

La presunta pareja de Vladimir Putin ha sido nombrada presidenta del grupo mediático más importante del país, entre rumores de boda.

PARIPÉLos Putin guardaron las apariencias hasta junio del 2013, cuando anunciaron su separación.

PARIPÉLos Putin guardaron las apariencias hasta junio del 2013, cuando anunciaron su separación.

POR lev ganin

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Desde que el presidente ruso,  Vladimir Putin, y su mujer, Liudmila, anunciaron su divorcio en junio del 2013 tras haber vivido juntos durante casi 30 años, la sociedad rusa no ha dejado de hacer cábalas sobre si el mandatario se casaría por segunda vez y, lo más jugoso, con quién.

No era ningún secreto que el matrimonio de Putin, de 61 años, había vivido tiempos mejores. Él solía pasar solo sus vacaciones. Aparecían juntos en pocos actos oficiales y en alguna ocasión recibían a los líderes internacionales y a sus esposas. Sin embargo, nadie esperaba que Putin lo fuera a revelar en público.

Desde entonces los simpatizantes del presidente, cuya popularidad entre sus compatriotas supera el 85%, han aprovechado varias ocasiones para preguntarle sobre sus planes matrimoniales, a lo que él siempre ha contestado con evasivas. En diciembre pasado, en un encuentro con ciudadanos, una de las asistentes le preguntó cuándo presentaría a la nueva primera dama, a lo que Putin contestó en su línea macho alfa: primero, dijo, tenía que ocuparse de su exmujer y encontrarle un «marido digno».

La vida privada de los máximos dirigentes rusos siempre ha sido un secreto para el pueblo. Desde que llegó al poder en 1999, Putin se esforzó para que se publicara cada vez menos información sobre su familia. Nadie en Rusia sabe dónde viven sus dos hijas, Maria, de 29 años, y Katia, de 28, aunque el propio presidente ha afirmado en varias ocasiones que están en Rusia. No se ha publicado ni una foto reciente de ellas.

Pese a la falta de la información, en Rusia se da por hecho desde hace varios años que la próxima zarina será la medallista de oro en gimnasia olímpica Alina Kabáyeva, de 31 años, a pesar de que Putin y su servicio de prensa se empeñan en desmentir que entre ellos exista una relación amorosa.

La vida real, sin embargo, da cada vez más argumentos a los que creen en el idilio. Esta misma semana se anunció que Kabáyeva, hasta ahora diputada de la Duma (Cámara baja), dirigirá el mayor grupo privado de comunicación en Rusia. En particular, se trata de nada menos que el Grupo Nacional de Medios (NMG), una de las joyas del imperio de Yuri Kovalchik, un oligarca del círculo íntimo de Putin.

Para explicar lo que significa este espectacular ascenso, basta con mencionar que el NMG controla el Canal 1, que tiene la mayor audiencia del país; el rotativo moscovita Izvestia y una popular emisora de radio, entre otros activos mediáticos.

Kovalchuk es, además, dueño del banco Rossiya, castigado este año por la Unión Europea y EEUU en la primera ronda de sanciones aplicadas a Rusia a raíz de la crisis en Ucrania. Kabáyeva, que presidió hasta hace poco el Consejo Público de NMG, reemplaza al frente del grupo al sobrino de Kovalchuk, Kirill. Para aceptar ese nuevo puesto, la exgimnasta renunció al cargo de diputada de la Duma rusa (Cámara baja), que

desempeñaba desde el 2004.

Para la mayoría de los rusos, Kabáyeva, que llegó a ser portada en Vogue, pasa por ser amiga de Putin desde el 2004. En el 2008, el periódico moscovita Moskovski Korrespondent publicó un artículo que afirmaba que había boda a la vista. Los periodistas incluso llegaron a especular con que habían tenido un hijo. El Kremlin lo negó rotundamente y, pocos días después, el rotativo, que pertenecía al magnate mediático y exagente de los servicios secretos Alexander Lébedev, se cerró por repentinos problemas financieros.

Desde entonces, la vida sentimental del presidente ha sido un tabú para los periodistas rusos. El mismo secretismo rodea a la vida de Liudmila, de 56 años, incluso después de haberse divorciado. Simplemente, no se sabe nada de ella.

Lo cierto es que la antigua primera dama apenas sigue existiendo en algunos chistes políticos, no exentos de sexismo, que circulan por internet. «No te preocupes, Liudmila. Ahora se casará contigo [el primer ministro ruso Dmitri] Medvédev. Y dentro de seis años volveré a pedirte la mano», dice uno de ellos aludiendo al esquema según el cual Medvédev fue elegido presidente como «heredero de Putin» en el 2008 para garantizar el regreso al Kremlin de su patrón en el 2012.

Más allá de los deseos de privacidad del Kremlin, el aparato de propaganda tiene un sudoku que resolver si Kabáyeva es su pareja y se deciden a oficializar la relación. Durante años, Putin se ha esforzado en encarnar el cliché de macho que lo mismo se fotografía con el torno desnudo que pilotando aviones, apagando incendios forestales o cazando ballenas. No todas las mujeres compran esta imagen, como  se encargan de recordar las represaliadas Pussy Riot. Sin embargo, lo que en otros lugares sería pasto de chistes, en Rusia aún funciona bastante bien: según las encuestas, el presidente está entre los 10 hombres más populares para las rusas. Así que el gran quebradero del Kremlin, según algunos analistas políticos, es si un nuevo matrimonio le costaría el apoyo de una parte del electorado femenino que quizá prefiera que siga como soltero de oro. H