Sacudida política en Francia

Sarkozy se 'berlusconiza'

Imagen de Sarkozy, tomada el 3 de mayo del 2012, durante un debate  electoral televisado.

Imagen de Sarkozy, tomada el 3 de mayo del 2012, durante un debate electoral televisado.

ELIANNE ROS
PARÍS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Fiel a su carácter, Nicolas Sarkozy ha reaccionado ante los problemas judiciales con espíritu combativo y ánimo de revancha. ¿Me quieren neutralizar? ¡Pues tendrán dos tazas! Este fue, en esencia, el mensaje que el expresidente conservador lanzó en su intervención radiotelevisada horas después de ser imputado, la madrugada del miércoles, por «corrupción activa», «tráfico de influencias» y «encubrimiento de violación del secreto de instrucción». Siguiendo la estela de Silvio Berlusconi, recurrió a la jugada del complot político-judicial y no ocultó su voluntad de regresar a la política para optar a las presidenciales del 2017. Una apuesta de alto riesgo. ¿Subestima el alcance de los seis casos en los que está implicado? ¿Confunde éxito de audiencia -nueve millones de franceses siguieron la puesta en escena- con capacidad de atraer a los votantes?

«Se comporta como heredero de Napoleón Bonaparte, que decía que la mejor defensa es un buen ataque. Haciéndose la víctima, utiliza la misma técnica que  Berlusconi», analiza en Le Monde el politólogo Thomas Guénolé, autor de un libro cuyo título no puede ser más actual: Nicolas Sarkozy, ¿crónica de un regreso imposible?. Igual que el exprimer ministro italiano, Sarkozy «busca desplazar el debate del terreno judicial al político. Esto le permite distraer la atención y llevarla hacia la gente que acusa -el poder y los jueces- en lugar de dejar que se focalice sobre él como acusado», opina Guénolé. «Si no se victimizara, el tema sería saber si es culpable o no. Así, la cuestión se convierte en '¿hay un complot contra él o no?'», sostiene.

INQUINA / Bunga bunga aparte, las similitudes con el estilo Berlusconi son cada vez más llamativas. La táctica de desacreditar a los jueces no es nueva en el antecesor de François Hollande, pero nunca hasta ahora la había utilizado con tanta virulencia. «¿Es normal que se elija a una juez del sindicato de la magistratura (organización de marcada tendencia izquierdista) cuya obsesión política es destruir a la persona contra la que debe instruir?», disparó el expresidente mirando fijamente a la cámara. Abogado de profesión, lo hizo a sabiendas de que Calire Thepaut y Patricia Simon, las dos juezas que llevan el caso de las escuchas -abierto a raíz del affaire Gadafi- no pueden responder públicamente. Las escuchas no aportaron nada sobre si el fallecido dictador libio financió a Sarkozy, pero revelaron que era informado desde dentro de la judicatura de la evolución de los casos que le afectaban .

DIVISIÓN EN EL PARTIDO / El ataque frontal del expresidente a la justicia ha incomodado a su propio partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP).  «No se puede vilipendiar a la justicia», reprochó Alain Juppé, miembro de la dirección interina que gestiona el partido tras la dimisión forzada del presidente, Jean-Françóis Copé, acusado de corrupción en el caso Bygmalion. Otro caso relacionado con la financiación de la campaña de Sakozy al Elíseo.

Para el presidente del Consejo Constitucional, el conservador Jean-Louis Debré, «no se puede contestar los fundamentos de la justicia, porque en ese momento se está contestando a la República». Estas críticas son el síntoma de que, en la UMP, el expresidente ya no genera ni la cohesión ni la confianza de otros tiempos. Los fieles, sin embargo, se mantienen incondicionales.

Animados con la perspectiva del regreso de su líder -dijo que tomará una decisión entre agosto  y septiembre- ayer transformaron una fiesta del partido en un acto de apoyo al expresidente, que siente la tentación de optar a la jefatura del partido en el congreso extraordinario de octubre. «Sarkoy es un hombre que no renuncia jamás», advirtió el exministro de Interior y portavoz oficioso del antiguo jefe del Estado, Brice Hortefeux.

En cambio, el sector moderado de la UMP apuesta por pasar página al considerar a Sarkozy, con su retahíla de potenciales «bombas judiciales», un candidato demasiado arriesgado. Aunque piensa que el expresidente está «en peligro de muerte política», Guénolé cree que se tirará a la piscina: «No pienso que los escándalos le impidan volver a la política. Libra tres batallas al mismo tiempo: la de la opinión, la del partido, y la judicial, la más complicada».

A su juicio, «la vida política francesa se parece a la italiana con cinco años de retraso. Romano Prodi es Hollande y Berlusconi es nuestro Sarkozy». Si la comparación tiene valor de vaticinio, el regreso de Sarkozy está cantado.