LA CRISIS GRIEGA

Un patio dividido

Tsipras ha dilapidado la simpatía que generó su llegada a Europa y ahora la actitud hostil prevalece sobre el sentimiento solidario

Aislamiento 8 Alexis Tsirpas, sentado, junto a Rajoy, Hollande y Draghi, ayer en Bruselas.

Aislamiento 8 Alexis Tsirpas, sentado, junto a Rajoy, Hollande y Draghi, ayer en Bruselas.

SILVIA MARTÍNEZ / BRUSELAS

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La llegada de Syriza al poder en Grecia a finales de enero supuso aire fresco no solo para el país mediterráneo sino también para Europa. En cinco meses, sin embargo, el Gobierno de Alexis Tsipras ha dilapidado gran parte de las simpatías con las que fue recibido. ¿Quiénes son sus amigos? ¿Quiénes le plantan cara? ¿Quiénes están dispuestos a darle una oportunidad?

LOS PAÍSES ALIADOS Prácticamente el único país que se ha mantenido fiel a Atenas durante estos cinco meses de encuentros y desencuentros es Francia. La amistosidad del Gobierno del socialista François Hollande ha sido absoluta y, aunque el Ejecutivo heleno se presentó ayer en Bruselas sin propuestas concretas, Francia optó por ver el vaso medio lleno y poner el acento no solo en la responsabilidad sino también la solidaridad. «Francia está haciendo todo lo posible, y hará todo lo posible, para que Grecia se mantenga en la eurozona porque es el lugar al que le corresponde estar», manifestó ayer el primer ministro, Manuel Valls.

Italia también se puede contar entre los aliados de Grecia aunque su postura ha sido mucho menos explícita debido, quizás, a un encontronazo originado por el exministro Yanis Varoufakis nada más asumir el cargo, cuestionando la sostenibilidad de la deuda italiana y situando el problema al nivel del griego. El tiempo ha rebajado la tensión y Roma insiste en que su apuesta sigue siendo ver a Grecia en el euro. «Creo que con un poco de buena voluntad se puede encontrar un acuerdo. Espero que Europa no sea víctima de sus procedimientos», dijo el primer ministro italiano Matteo Renzi.

LOS PAÍSES HOSTILES  Es, sin duda, el grupo más nutrido en el que se encuentra los países bálticos, Eslovaquia, Alemania e incluso Holanda y Finlandia. No todos objetan al mismo nivel las demandas de Atenas, pero son muchos los que han verbalizado la escasa confianza que tienen en el Gobierno griego y la necesidad de que, ante todo, cumpla con las reglas si quiere seguir recibiendo dinero. «Permítanme que no sea nunca más optimista aunque me gustaría equivocarme», señaló el pasado 25 de junio el ministro eslovaco, Peter Kazimir, apenas 24 horas antes de que Tsipras anunciara la convocatoria del referéndum que llevó a la ruptura.

Sus críticas al Gobierno griego han sido constantes en todas y cada una de las reuniones del Eurogrupo y muy especialmente a los «sermones» de Varoufakis. Y como él, la mayoría de los dirigentes de los países bálticos, desde Lituania hasta Estonia, que dentro de la sala de negociación han criticado que Grecia exija mantener pensiones y salarios cuando en sus respectivos países están muy por debajo.

Pero si hay un ejemplo de la línea dura ese es el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble, que en cada negociación desde febrero ha echado un jarro de agua fría tras otro; o Finlandia, cuyo ministro de Finanzas recordó ayer que ellos ya han prestado a Atenas el 10% de su presupuesto anual -en torno a 5.000 millones de euros- y que el dinero no es gratis.

LOS PAÍSES AMBIGUOS  Hay otros países, en cambio, que no se han significado tanto y que aunque se mantienen detrás de la línea dura han mostrado cierta receptividad, conscientes quizás de las consecuencias que una salida de Grecia de la 'zona euro' tendría para su estabilidad financiera. Este es el caso de España, Austria, Luxemburgo o Bélgica, que de una posición de dureza han pasado a mostrar una mayor moderación. «Estamos en los últimos segundos. El 'Grexit' es una solución que nadie quiere pero Grecia tiene que poner sobre la mesa las condiciones para evitarlo», repitió ayer el ministro Luis de Guindos.