CONSECUENCIAS DE LOS DISTURBIOS RACIALES

EEUU no quiere ser ya la mayor cárcel del mundo

La crisis de Baltimore obliga a afrontar la reforma judicial en la campaña presidencial

Clinton, cuando aún era secretaria de Estado, y Obama, en una imagen del 2010.

Clinton, cuando aún era secretaria de Estado, y Obama, en una imagen del 2010.

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Durante mucho tiempo, atreverse a cuestionar el funcionamiento de la justicia penal en Estados Unidos, sus sentencias draconianas, el racismo que permea en la aplicación de la ley o el negocio que ha convertido al país de la abundancia en la mayor prisión del planeta, fue anatema en Washington.

Equivalía a ser «blando contra el crimen», un pasaporte para perder elecciones. Pero esos miedos se han evaporado. Los disturbios raciales en Baltimore y Ferguson han logrado que aflore el perverso círculo vicioso que existe entre pobreza, drogas y cárcel y, después de cuatro décadas de mano dura, la clase política estadounidense parece dispuesta a pasar página.

La reforma de la justicia se ha colado en la campaña del 2016 y es una idea que abraza ya la gran mayoría de candidatos, tanto demócratas como republicanos. «Es hora de cambiar nuestras políticas. Es hora de acabar con la encarcelación masiva», dijo esta semana Hillary Clinton en un discurso en la universidad de Columbia.

Clinton expuso algunas de las incongruencias que dibujan el panorama carcelario de EE UU, un país que representa menos del 5% de la población mundial, pero tiene al 25% de todos los presos encarcelados en el mundo.

«De los más de dos millones de estadounidenses que hoy tenemos entre rejas, un porcentaje significativo lo están por ofensas mínimas, gente que ha violado la condicional o ha cometido pequeños crímenes por drogas», afirmó en su discurso más importante desde que dejara el Departamento de Estado.

Más si se tiene en cuenta que la dureza de las políticas impuestas por su marido en los 90, en plena histeria por el crack, doblaron la población penitenciaria. «Dejarlos entre rejas sirve poco para reducir el crimen, pero mucho para destrozar familias y comunidades», añadió antes de precisar que uno de cada cuatro niños tiene un padre en prisión.

MINORÍA SOBREREPRESENTADA

Especialmente la minoría negra, que está sobrerepresentada en esos almacenes de personas que son las cárceles de EEUU, donde apenas hay programas de reinserción y capacitación, donde el foco se centra en el castigo. Los datos son demoledores. Por los mismos crímenes, los negros son arrestados con más frecuencia y reciben sentencias más largas. Casi uno de cada 12 entre los 15 y los 54 años, está en prisión; frente a uno de cada 60 del resto de razas.

La reforma de la justicia ha sido abanderada por la Administración de Barack Obama, aunque tomado pocas medidas en esa dirección. «Hay que reformar el sistema de justicia penal para asegurarnos que no es una tubería que lleva directamente de los colegios a las prisiones», dijo la semana pasada Obama al reflexionar en alto sobre los acontecimientos de Baltimore, desatados por la muerte de otro joven negro bajo custodia policial.

Pero también los republicanos, que se inventaron el concepto de «dureza contra el crimen» en los años 60 tras el final de la segregación racial y lanzaron inicialmente la «guerra contra las drogas», el motivo por el que está en prisión más de la mitad de la población carcelaria, se han sumado a esta cruzada. Primero fueron voces más o menos excéntricas como el libertarioy luego muchos de sus aspirantes a la presidencia en el 2016.

Como Paul o Hillary, Ted Cruz es partidario de relajar las llamadas «sentencias mínimas» prescritas para ciertos crímenes indistintamente de las circunstancias de cada caso. Chris Christie quiere poner en libertad a quienes han cometido crímenes no violentos mientras esperan juicio.

Scott Walker aboga por expandir los tratamientos de desintoxicación como alternativa a la cárcel. Y Marco Rubio quiere simplificar las leyes y endurecer los criterios de condena. «Las leyes deberían centrarse en encarcelar a los miembros más violentos de nuestra sociedad», escribió Paul en un discurso reciente. «En lugar de eso, nuestro sistema atrapa a los delincuentes no violentos -desproporcionadamente hombres negros—en un ciclo de pobreza, desempleo y cárcel».