El día en que Brasil enterró a un mito
La investigación por corrupción ensombrece los indudables logros sociales de Lula mientras fue presidente del país
Allá por el año 2009 en una de las pomposas cumbres del todopoderoso G20, el presidente norteamericano Barack Obama estrechó la mano del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y dijo: “Este es el hombre, el político más popular de la Tierra”.
Poco podía imaginar el de Chicago que apenas siete años después, aquel hombre bajito y canoso que apenas conseguía chapurrear el inglés pero que había logrado unir a América Latina en una misma dirección, la opuesta a la suya, acabaría siendo el político más impopular en su propio país.
El escándalo de corrupción en torno a la petrolera Petrobras,corrupción en torno a la petrolera Petrobras la que en su día fue llamada el mayor orgullo de los brasileños, borró el viernes, de un solo plumazo, los logros conseguidos por el carismático Lula.
La historia del joven pobre del Nordeste que fue a Sao Paulo y se forjó en los sindicatos durante la sangrienta dictadura en Brasil era demasiado buena para ser verdad.
A pesar de los premios como el Príncipe de Asturias, del reconocimiento de publicaciones como 'Financial Times', 'Le Monde', o 'Time Magazine', incluso más allá de los 27 títulos honoris causa de las más prestigiosas universidades de Francia, Estados Unidos y España, como la Universidad de Salamanca, Lula era humano.
“No hay hombres imprescindibles, hay causas imprescindibles”, dijo recientemente el expresidente de Uruguay, José Mújica, quien poco antes había tenido el infeliz desliz de reconocer en una biografía que el mismísimo Lula le había reconocido, en una de sus charlas sobre el futuro de los pueblos latinoamericanos, el haber tenido que ceder ante las “presiones y chantajes” de la política brasileña.
GOBIERNOS DE ÉXITO
Puede que la causa que llevó a Lula a conseguir sacar a 36 millones de personas de la pobreza extrema, a erradicar el hambre y el analfabetismo de su país o de situar a Brasil entre las diez mayores potencias del globo, por primera vez en su historia, tuvo un precio demasiado alto.
Al parecer, durante sus exitosos gobiernos (del 2003 al 2010) Lula puso la mano, entregó dinero y untó a sus aliados políticos como tantos otros presidentes de Brasil habían hecho antes de él.
El incuestionable legado del Partido de los Trabajadores (PT) no pudo construirse de otra manera en un país en el que sus diputados venden su voto al mejor postor. La simbólica detención de Lula no fue una más, sino la constatación de que Brasil no puede ser arreglado por una sola persona o un solo partido.
La historia de Lula es la historia de Brasil, de lo que pudo ser y no fue jamás.
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