¿Puede ganar el 'sí' en Escocia?

JOAN Tapia

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El miércoles, el primer ministro David Cameron fue a Escocia, territorio que hasta ahora había evitado por la impopularidad de los conservadores (solo tienen uno de 49 diputados en el Parlamento británico), y lanzó un dramático mensaje: «Echad a los jodidos conservadores, pero no os marchéis del Reino Unido. Esto no es una elección normal, para cinco años, sino que es una decisión irrevocable, y sería un desastre para el Reino Unido». Y el mismo día el líder liberal, Nick Clegg, y el laborista, Ed Miliband, fueron también a Escocia para hacer campaña por el no en el referendo sobre la independencia que se celebrará el próximo jueves 18.

¿Qué había pasado? Simplemente que lo que antes del verano parecía seguro -la derrota de los independentistas de Alex Salmond- había dado un brusco giro y a última hora de la noche del sábado anterior se supo que un sondeo de You-Gov daba al sí una ligera mayoría (51% a 49%). Salmond, el hábil dirigente del Scottish National Party (SNP), saltó de júbilo y afirmó que la llegada de los tres líderes británicos y la promesa (inconcreta) de una gran ampliación de la devolution (la autonomía) probaban el fracaso total de la campaña del no. Cameron, Clegg y Miliband solo intentaban salvar su puesto de trabajo.

Pero inmediatamente se encendieron las alarmas y las grandes empresas -que hasta entonces habían manifestado con prudencia su recelo a la independencia- emitieron serios avisos. El más sonado fue el del Royal Bank of Scotland (RBS), uno de los grandes bancos británicos, que dijo que si gana el  deberá trasladar su sede central a Londres para asegurar sus compromisos y los depósitos de todos sus clientes, muchos de los cuales no son escoceses. Y al RBS le siguió el Lloyds, otros bancos menores y la importantísima aseguradora Standard Life, con sede en Edimburgo. Mientras, las grandes compañías petroleras -British Petroleum y Royal Dutch- hacían saber que el petróleo del mar del Norte -uno de los grandes argumentos del SNP para argumentar la viabilidad de la independencia- daría más rendimiento con la permanencia en el Reino Unido. Y el Financial Times, el primer diario económico británico y europeo, dictaminaba: «Las naciones estado que prosperan en la era de la globalización son las que se mantienen unidas. La experiencia de los pequeños estados con la crisis financiera ha sido todo menos feliz. Islandia e Irlanda han resultado cruelmente sacudidas (...) No está claro que Escocia pudiera entrar rápidamente en la UE (...) la única certeza es la incertidumbre con un alto coste para Escocia y el Reino Unido. La fuga de Escocia esta semana de depósitos y dinero lo demuestra (...). La solución es más devolution».

Pero el resultado sigue siendo incierto pese a que las tensiones sobre la libra han bajado algo tras un nuevo sondeo de You-Gov (del viernes) que predice ahora una ajustada victoria del no (52-48%). Pero nadie está seguro y el sí puede vencer. Las elecciones europeas han demostrado que en todos los países (salvo Alemania) la crisis está impulsando partidos de muy distinto signo pero que tienen en común ser movimientos de protesta. En España está Podemos, y en Grecia, Syriza, pero en Francia la protesta beneficia a la nacionalista de extrema derecha Marine Le Pen (que quiere que Francia salga del euro), cuyo Front National ha sido el primer partido en estas elecciones. Y Londres ha visto como el nacionalista UKIP, que aboga por la salida del Reino Unido de la Unión Europea, batía a conservadores y laboristas. ¿Puede el voto de protesta hacer ganar al  el referendo escocés? Puede. Philip Stephens, biógrafo de Blair y alérgico al SNP, escribía el jueves: «El apoyo creciente a la secesión escocesa se debe situar en un fenómeno mas amplio. La globalización alienta el nacionalismo. Expuestos a los duros vientos de los mercados abiertos, los ciudadanos buscan refugio en identidades más próximas».

Sin tercera vía

Cameron promete ahora más autonomía, pero antes ninguneó las reivindicaciones escocesas. Las cuartas elecciones al Parlamento de Edimburgo (restaurado por Blair en 1999) dieron una inesperada mayoría absoluta al independentista SNP (69 diputados sobre 129). Inmediatamente Salmond pidió un referendo, pero -pragmático- propuso tres opciones: la continuista, más devolution y la independencia. Cameron aceptó el envite, pero con suficiencia. ¿Quieres un referendo? Vale. Pero nada de terceras vías, solo acepto el  o el no. Pensaba que los escoceses se arrugarían, pero en las antiguas grandes ciudades industriales, como Glasgow, los conservadores son muy impopulares y hay decepción con los laboristas por el desempleo. La protesta puede dar la mayoría al sí. Ahora Cameron dice que le «rompería el corazón tener que gestionar la separación de Escocia», un país que es cuna de dos figuras como David Hume Adam Smith y una unión que se remonta a 307 años atrás.

La posible secesión ha alarmado hasta al Fondo Monetario Internacional, que ha dicho que el triunfo del  crearía «turbulencias» en los mercados. Y Ralph Atkins, analista financiero del Financial Times, asegura que Escocia puede enfrentarse a serios problemas para entrar en la UE por miedo a sentar un precedente que pudiera ser seguido en otros países como España. El diario se hace eco también de unas declaraciones del líder de la Liga Norte italiana, Matteo Salvini, diciendo que van a poner el ejemplo de Escocia para exigir al primer ministro, Matteo Renzi, que permita un referendo sobre la independencia del Véneto.