CARNAVAL ELECTORAL EN BRASIL
Soy un payaso, vóteme
Las elecciones brasileñas se contaminan del omnipresente espíritu carnavalesco. Pero en esta contienda saturada de candidatos con nombres falsos, al estilo de Barack Obama y Nelson Mandela, y que funcionan como una suerte de disfraz, no todos tienen razones para reír. Dilma Rousseff, la heredera de Luiz Inácio Lula da Silva, le saca 24 puntos a un José Serra de rictus cada vez más mustio.
La última encuesta publicada por el diario Folha de Sao Paulo y la red O Globo augura que Dilma, la que siempre se muestra alegre y confiada, ganará en la primera vuelta, el 3 de octubre, con el 56% de los votos. El Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) recibe por estas horas solo noticias que son caricias. «Apenas China crece más que nosotros», dijo el ministro de Hacienda, Guido Mantega, al anunciar que el año se cerrará con una subida del PIB del 7,3%.
Mucha risa, muchos votos
Los comicios de un país de casi 200 millones de habitantes contienen de todo: discursos épicos y esperpénticos, mensajes de esperanza y anuncios apocalípticos. Hay tantos discursos como cargos en juego: 27 gobernadores, dos tercios del Senado y la totalidad de la Cámara de Diputados y de las asambleas legislativas regionales.
No todos los 20.000 aspirantes se han forjado en la lucha política. Hay exfutbolistas, modelos, telepredicadores, médicos, profesores, carteros, bomberos, panaderos, policías, peluqueros y exmilitares. La propaganda electoral gratuita en la radio y la televisión suele ser una suerte de espectáculo en sí misma: por ella desfilan personajes que desafían a la imaginación y convocan a la carcajada. En elecciones precedentes, Eneas, con una barba que le llegaba a la pelvis y su defensa del programa nuclear, se convirtió en objeto de mofa colectiva y, al mismo tiempo, en uno de los diputados más votados.
Ahora es el turno del payaso Tiririca. La estrella televisiva de El show de Toma aspira a un escaño de diputado federal por el Partido de la República. Francisco Everardo Oliveira Silva es del noreste como Lula. Trabajó de pequeño en el circo, vendió millones de discos y devino una figura televisiva. Consideró que de ahí al Parlamento había solo un trecho por recorrer. Y se convirtió en candidato. «Vote por Tiririca. Peor de lo que estamos no podemos estar». El clown y cantante cree que la falta de experiencia legislativa es un valor. «¿Que qué hace un diputado federal? La verdad, no tengo ni idea, pero vote por mí y se lo cuento», bromea.
Bajo la consigna «Una puta diputada», el Partido Verde de Marina Silva busca colocar en el Congreso a Gabriela Leite. La exmeretriz, de 58 años, fundó Davida, una oenegé dedicada a la prevención del sida y la defensa de los derechos de las prostitutas, que en Río de Janeiro son miles. Es también el rostro detrás de Daspu, la ropa diseñada por y para las prostitutas, que modelos despampanantes presentan en el exclusivo Río Fashion Week.
Romário y Bebeto
Hasta el fútbol ha entrado en estas elecciones a gritar algo más que un gol. Romário y Bebeto, campeones del mundo con Brasil en 1994, decidieron que es el momento de volcar su condición de ganadores a la política. El exjugador del Barça presta su leyenda al Partido Democrático Laborista (PDT). Bebeto se presenta con la otra variante socialdemócrata, el PSDB, de Serra.
Los comicios de este Brasil pujante y diverso pueden llamar la atención por sus costados excéntricos. Pero el humor se convirtió en una cuestión seria. El Supremo Tribunal Federal tuvo que intervenir para suspender una norma de la ley electoral que impedía a los medios de comunicación satirizar a los candidatos normales. Por extraño que parezca, la misma ley que habilita los apodos más extravagantes y propagandas como la del payaso Tiririca estimaba que imitaciones como las del popular programa televisivo Casseta & Planeta degradan a los candidatos. Eso obligó a la producción del programa a suspender las parodias.
«No corresponde al Estado, por cualquiera de sus órganos, definir previamente lo que puede o no ser dicho por individuos o periodistas. No hay libertad de prensa por la mitad o bajo las tenazas de la censura previa», dijo el juez Carlos Ayres Britto. Fabio Porchat, humorista de la red O Globo, festejó el dictamen: «No es que yo solo quiera hacer chistes de políticos. Quiero poder escoger hacer chistes de políticos, de taxistas, de periodistas, del que sea».
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