el secreto de un buen trago

Copa y vino, el mejor maridaje

El diseño del recipiente varía en función de la bebida para potenciar todos sus matices

COCA-COLA3 Hecha sobre la base de la copa para sauvignon blanc, da relieve a los aromas y al sabor dulce.

COCA-COLA3 Hecha sobre la base de la copa para sauvignon blanc, da relieve a los aromas y al sabor dulce.

FERRAN IMEDIO / BARCELONA

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Muchos bodegueros se tiran de los pelos cuando, demasiado a menudo, ven que sus queridos vinos, nacidos de viñas cuidadísimas y mimados durante meses en sus barricas, acaban siendo consumidos en cualquier copa o vaso. No es esnobismo. En absoluto. La forma y el material del recipiente influyen de manera decisiva en el olor  y el sabor de la bebida, ya sea un vino, un espumoso, un licor, un destilado e incluso un refresco de cola. El refranero, siempre tan sabio, tiene el popular «cada oveja con su pareja» para resumir todo este párrafo.

Porque así es: cada bebida tiene su copa ideal. Y marcas como Riedel, Shott, Spiegelau, Nachtmann, Rona y Bormioli crean las copas que permiten exprimir los atractivos de cada trago. De todas ellas, Riedel es la pionera y la referencia en el sector, pues ofrece decenas de diseños.

Diseños, por cierto, que entran por la vista, aunque los expertos avisan: lo primero es la técnica, la utilidad, el sentido práctico que potencie aromas y sabores. A partir de ahí, los especialistas tratan de hacerla lo más bonito posible. Pero siempre pondrán el contenido por delante del continente.

El vino es un producto milenario, pero resulta curioso que la atención por las copas tenga apenas 50 años de historia. Claus J. Riedel, el fundador de la marca austriaca que lleva su apellido, ya sabía que el mismo vino en diferentes copas sabía distinto. Y comenzó a trabajar los recipientes a partir de la estructura de la lengua: en la punta se captan los sabores dulces; en los laterales, los salados y los ácidos, y en la parte posterior, los amargos.

Esto tiene una traducción muy fácil de entender en la práctica: si una copa es alta y estrecha, obliga a levantarla mucho para beber, así que el líquido va a parar a la punta de la lengua, lo que potencia los matices dulces; en cambio, si la copa es ancha y baja, se puede echar un trago sin inclinar la cabeza, de modo que la bebida entra por los laterales de la boca para acabar en la parte posterior, con lo que se resaltan los ácidos y los amargos. En Riedel llevan años en estas tareas de búsqueda del equilibrio olfativo y gustativo, poniendo al servicio de la causa a más de 1.000 expertos que hacen pruebas para dar con el diseño ideal. Las combinaciones son casi infinitas: paredes altas o bajas que acaban (o no) en forma de tulipa, rectas o curvas, diámetros anchos o estrechos… También influye si se hacen a mano (más caras) o a máquina, con plomo (aportan elasticidad y transparencia) o sin él… Aunque hay copas que podrían considerarse genéricas para tintos, blancos y espumosos, cada tipo de vino, según la uva con el que esté hecho, tiene su propio modelo. Lo mismo sucede con los destilados, tan diversos entre ellos.

ALTAVOZ / Un trabajo que justifica y hace justicia al trabajo previo, largo, cuidadoso, de los bodegueros. Porque una buena copa es como un altavoz. Transmite la música del vino, del cava, del whisky; la amplifica; incluso la ecualiza en función de la forma y el material con que esté hecha. No hay que perder de vista que la copa y el vino deben protagonizar el mejor maridaje, el primero que hay que tener en cuenta antes de pensar los platos que mezclan bien con la bebida. Porque, igual que la comida, esta se debe tomar en condiciones. ¿O es que alguien disfrutaría de una sopa fría?