BELÉN ESTEBAN.  KIKO RIVERA

Princesa del pueblo, reina de la casa

Una audiencia que ronda los cuatro millones de espectadores ratifica a esta extraña pareja en el fenómeno televisivo del momento.

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Belén Esteban se ha vuelto a salir con la suya. La Némesis particular que ella misma había elegido, Olvido Hormigos, fue expulsada el jueves pasado de la casa de Gran Hermano VIP. La Esteban ya tiene todo el corral para ella sola y, pese a sus constantes amenazas de marcharse, ahí se quedará hasta el final, dispuesta a ganar los 100.000 euros del vencedor de la contienda, que sumados a los 65.000 que ya se embolsa cada semana, proporcionarán un indudable alegrón a su cuenta bancaria. Desde luego, a su Andreita no le va a faltar el pollo. La táctica de esta mujer para quitarse de en medio al que le cae mal, le molesta o, simplemente, pone en duda con su mera presencia su liderazgo natural es admirable. Todo consiste en aplicar su cerrilismo de fábrica a una especie de autismo hostil de lo más perjudicial para quienes la rodean. Razonar con ella es de todo punto imposible, pues el coco no le da para más ni falta que le hace. Si se insiste en averiguar por qué hace lo que hace, lo único que se consigue es que nos espete «¡porque me sale del coño!» Y para que calibremos la potencia de sus genitales, es capaz de remachar: «Yo tengo un coño de aquí a Logroño». Parece que así queda todo explicado, pues el público, que la adora, suele dar por buenas sus afirmaciones. 

La psique nacional 

Esta es, amigos, la mujer más famosa de España, lo cual dice bastante sobre la psique nacional. Al parecer, nos encanta que sea así de bruta, grosera y soez. Hasta el punto de que, en un rasgo de humor que nos honraría si no fuese porque es involuntario, la hemos rebautizado como La princesa del pueblo. Y ella se lo ha creído. Su biografía se resume en unos pocos conceptos: chica de barrio se queda embarazada de un torero y a partir de entonces basa su vida en hablar bien de su hija y mal del torero. En público y cobrando, pues resulta que toda España la encuentra interesantísima. La hija va creciendo y el torero pugna por quitársela de encima, pero sabe que nunca lo conseguirá y que en su entorno nadie está a salvo, ni sus padres ni su nueva mujer ni el pobre Currupipi, aquel tigre que tenía por el cortijo y que no me extrañaría nada que hubiese cometido suicidio para no volver a ver a Belén, esa plaga de los tiempos modernos. Últimamente, parece que Andrea, que ya debe de ser una adolescente, se ha sumado al circo de mamá y ya ha abordado Twitter para decir que ella por su madre mata mil veces. Para agradecérselo, la Esteban luce en el programa una camiseta rosa con la leyenda «Andrea, te quiero», atuendo que alterna con un inenarrable pijama de animal print que para sí lo quisiera la mismísima Anna Wintour. A su alrededor, los compañeros voluntarios de encierro adoptan la típica actitud del alumno cobardica y acomodaticio ante el matón de la clase: le hacen la pelota para que no se meta con ellos y, si es preciso, se suman al linchamiento de la víctima elegida por este. Pese a sus escasamente convincentes aires de femme fatale, la pobre Olvido Hormigos no tenía nada que hacer ante la Esteban, que se la ha comido cruda y solo le ha faltado escupir sus huesecillos en público. La señora Hormigos es, probablemente, el personaje más triste de la prensa del corazón. Sin ser una persona desagradable, no le acaba de caer bien a nadie. La opinión pública la considera una lagarta absurda cuya principal misión en este mundo consiste en tener permanentemente al marido en una situación bochornosa. Aunque tiene más estudios que sus compañeros de presidio, todos la miran por encima del hombro, como si fuese una intrusa, alguien que se ha colado en una fiesta a la que no ha sido invitado. Pese a que ninguno de ellos es un dechado de virtudes, todos se atreven a ponerla de golfa para arriba por dejar en casa a un bebé de cinco meses y por dedicarse al cancaneo nocturno con supuestos amantes cuando en casa tiene al hombre que la quiere y la defiende y a los tres hijos que han facturado a medias. Curiosamente, nadie se pregunta por el estado mental de la señora Hormigos, ni atisba el menor gramo de insania en esa mirada perdida, esos vestiditos de sex machine de provincias y esas confusas explicaciones sobre el atractivo que ejerce sobre ella el cochambroso mundo de las celebrities españolas. Yo creo que la pobre no está bien del todo y que no le haría ningún daño acudir a un buen psiquiatra... Sobre todo porque en el mundo al que aspira a entrar la han recibido muy malamente. Seguro que en Yébenes no se vive nada mal y que el marido es un muchacho excelente. En el asunto Hormigos, debo añadir que me ha decepcionado mucho la actitud de Kiko Rivera, antes Paquirrín y a veces DJ Kiko. Pensé que saldría en su defensa y lo único que hizo fue echar más leña al fuego y tratarla de furcia. Era el único que podía enfrentarse a la matona Esteban –con 50.000 pavos a la semana debe de ser el mejor pagado del grupo tras la lideresa– con cierta autoridad moral. Vale que no ha dado un palo al agua en su vida y que es un simplón de tres pares de narices, pero a mí siempre me ha parecido un buen chaval que, simplemente, ha encontrado la manera de atravesar la existencia de la manera más plácida posible y sin molestar a nadie. Y hay que tener presente que la naturaleza no se ha portado muy bien con él: mientras sus hermanastros son altos y apuestos, el pobre Paquirrín se ha tenido que conformar con un cuerpo rollizo, unos ojillos hundidos en un rostro vagamente simiesco y la humillación de empezar a quedarse calvo a los 14 años, algo francamente insólito y molesto a más no poder. Esta alma noble, siempre en busca del amor verdadero, se ha tenido que conformar además con una serie de aprovechadas que le han hecho creer que la belleza está en el interior cuando solo querían soplarle la fama y la fortuna. Y en Gran Hermano VIP, obedeciendo una vez más a su legendaria ingenuidad, no se le ha ocurrido nada mejor que confiarle a una de las cautivas sus deseos de quitarse de en medio a la Esteban con una astucia de la que es incapaz... Y a la cautiva en cuestión le faltó tiempo para ir a contárselo a la interesada, que desde entonces ha incrementado su ya notable catálogo de muecas con unas de asco dirigidas al pobre Kiko que dan bastante miedo. Tal vez por eso nuestro hombre no se ha atrevido a mantener una actitud gallarda en el affaire Hormigos. En cuanto a los personajes secundarios del embrollo, que son todos los demás, su actitud no ha podido ser más miserable, hasta el punto de dar saltos de alegría en comandita cuando la pobre Olvido fue expulsada de la casa. Y tampoco movió nadie un dedo ante el injusto desalojo de los Chunguitos, víctimas de la corrección política que, aunque más brutos que un arado, lucían un historial laboral de mucha más enjundia que todos los allí presentes. Y teniendo en cuenta que a uno de los hermanos Salazar no se le entiende prácticamente nada de lo que dice, hay que tener el oído muy fino para distinguir lo de que la peor desgracia que le puede suceder a un hombre es tener un hijo homosexual (bueno, ellos dijeron maricón porque no están para tonterías)... Que es, por otra parte, lo que piensa la mayoría de los españoles, con la excepción de algunas madres perturbadas que creen que el retoño gay las cuidará en su vejez y, sobre todo, nunca les traerá a casa a alguna pelandusca con la que competir. En Gran Hermano VIP, la princesa del pueblo puede hablar de su coño cuanto le plazca, pero si un gitano analfabeto y provecto suelta una burrada, se le echa a patadas. ¡Pero si no hay más que ver a los Salazar para darse cuenta de que son más buenos que el pan! Desaparecidos los Chunguitos y Olvido Hormigos, la casa es de la Esteban, donde ya no tiene competencia alguna: un Víctor Sandoval desnachopolizado, un Sandro Rey ausente, un Coman vestido, una Aguasantas insulsa y un Kiko sometido a estricta vigilancia... Pura filfa, Belén, tú te llevas el premio por tu santo coño, el que llega hasta Logroño. Eso sí, deja de amenazar con irte a casa, que eso ya no se lo traga nadie