EL RADAR

"Perdónanos, Diego"

"A pocas personas he contado que siendo niña planeé mi suicidio", escribe en una carta María Redondo

La gran mayoría de las víctimas de acoso escolar sufren en silencio las humillaciones y burlas de sus compañeros

Diego, con sus padres, Manuel González y Carmen González.

Diego, con sus padres, Manuel González y Carmen González. / EL PERIÓDICO

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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"A pocas personas he contado que siendo niña planeé mi suicidio". Así empezaba su carta a Entre Todos María Redondo, ama de casa de 40 años, de Roquetas de MarMaría Redondo,. María Redondo escribía a partir del enorme impacto social que ha causado la carta de suicidio de Diego carta Diego, el niño de once años de Leganés que se quitó la vida lanzándose por la ventana del quinto piso de su domicilio familiar. "No aguanto ir al colegio y no hay otra manera de no ir. Por favor espero que algún día podáis odiarme un poquito menos”, escribió Diego en su desgarradora misiva de despedida. "Yo odiaba ir al colegio. Los compañeros se reían de mí por cuestiones físicas, malas notas y porque algunos profesores leían mis exámenes en alto delante de toda la clase... Las carcajadas todavía las recuerdo. Yo no lo contaba en casa, a pesar de la buena relación que tengo con mis padres, porque pensaba que me lo merecía por mis malas notas. De niños no sabemos si un profesor está haciendo bien su trabajo o no", escribe María Redondo, hoy madre con una niña en edad escolar.

Tragedias como las de Diego desgarran. Son numerosas las cartas que hemos recibido de consternación, y conmoción es la sensación generalizada en redes sociales, medios y en la conversación pública. Este es uno de esos asuntos en los que el discurso público difiere de las actitudes privadas. Oyendo la conversación, uno diría que la tragedia de Diego es un caso aislado; y en su trágico final sí lo es, pero no en el hecho de que una de las actitudes generalizadas ante el acoso escolar es el famoso "son cosas de niños" o el "a mí también me dijeron de todo en la escuela". "Yo he sido Diego y quizá tú también. O tal vez seas uno de los que jugaban al desprecio cuando eras menor, y ahora te horroriza ver algo así. Podría ser que fueras un jugador neutral. No importa, porque realmente los niños no tienen la culpa. Al menos, no toda. Ellos son la última cadena de un eslabón, la mano ejecutora. Un reflejo de lo que se les enseña en casa. El acoso escolar no es algo aislado, no es una excepción. Ocurre, y más de lo que pensamos. El problema es que no se hace apenas nada. Y amarga pensar que esto que ha sucedido (el suicidio de Diego) no incite a actuar, que no se mueva nadie", escribe en su carta José Ramón Serrano Jiménezestudiante de 22 años, de La Guardia, Jaén.

Son varios los testimonios que hemos recibido en Entre Todos a raíz del caso de Diego que ayudan a entender la vertiente estructural de la tragedia. Si María Redondo habla de esos profesores que se burlaban de ella de voz alta ante el resto de la clase ("A esa edad la escuela es tu mundo, y si no te sientes aceptada, te sientes culpable"), Pedro Antonio Martínez, autónomo de 48 años, de Santa Coloma de Cervelló, apuntaba en su carta (que empezaba con "Durante dos años mi hijo sufrió 'bullyIng' en el instituto) a problemas sistémicos:. "Me río, por no llorar, del teléfono contra el 'bullyIng' cuando el director del centro niega el acoso habiendo dos informes psicológicos que así lo acreditan, cuando la jefa de estudios afirma que el 'bullyng' existe y existirá pero que ella no puede hacer nada, cuando Ensenyament, ante una denuncia, te dice que no pueden creer a todos los padres que van contando el acoso que sufre su hijo (...), cuando el Síndic de Greuges ve claro el caso de acoso pero no puede verificarlo porque Ensenyament no les envía los informes que lo confirman, cuando Asuntos Sociales tampoco puede hacer nada porque todo depende de que la dirección del centro active el protocolo".

Cuenta Antonio que su historia tuvo un final feliz ("Mi agradecimiento más sincero al tutor de mi hijo en segundo de ESO y a la psicopedagoga de la EAP"), pero la gran mayoría de las veces los casos se sufren en silencio. "Ojalá hubiese podido explicar lo poco que tiene de juego infantil el tener miedo ir al colegio, el tener que aguantar humillaciones que te hagan vivir con temor y con falta de autoestima o el tener que aguantar, aguantar y volver a aguantar a gente sin empatía, que parece no tener ni sentimientos ni compasión por los demás. Ojalá hubieses podido, Diego", escribe Raúl Nietoestudiante de 18 años, de Zamora.

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EmpatíaMaría Redondo también usa esa palabra cuando identifica el problema en la educación que reciben los niños. Porque su mundo es una versión del que creamos cada día los adultos con nuestras actitudes y nuestras palabras en la cena, en el metro, en la cola del cine, en los comentarios viendo el partido de fútbol, en el trato que les dispensamos a ellos y a los demás. "Si desde el hogar no hay una buena educación, el niño se divertirá haciendo sufrir. Muchas veces es debido a la idea de querer ser el mejor, el más fuerte. Y eso es porque se populariza el quedar por encima de alguien más débil. No importa si para ello hay que marginar, pegar o insultar al blanco elegido", prosigue en su carta José Ramón Serrano Jiménez. "Enseñémosles principios, empatía y respeto", pide María en su carta, que acaba: "Descansa en paz, Diego, y perdónanos, por favor". Somos los adultos los que tenemos que ir al rincón de pensar.

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