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"Yo sufrí de pequeña las burlas de compañeros y profesores"

Maria Redondo Martinez

Leí la carta de Diego, el niño que se suicidó,Diego y volví a ser niña: recordé las risas por parte de mis compañeros y  de algunos de mis profesores en el colegio. Cuando lo supe, ya era  adulta. A pocas personas he contado que siendo niña planeé mi  suicidio. A esa edad ese es tú mundo, y si no te sientes aceptado, te  sientes culpable. ¿Por qué no buscamos soluciones en lugar de  culpables? Tenemos la obligación, seamos padres o no, de encontrarlas y de ponerlas en marcha.

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Yo odiaba ir al colegio. Los compañeros se  reían de mí por cuestiones físicas, malas notas y porque algunos profesores leían mis exámenes en alto delante de toda la clase... Las carcajadas todavía las recuerdo. Yo no lo contaba en casa, a pesar de la buena relación que tengo con mis padres, porque pensaba que me lo  merecía por mis malas notas. De niños no sabemos si un profesor está haciendo bien su trabajo o no. 

Desde que soy madre, educo a mi hija y le enseño a ser defensora de los que tienen dificultades para aprender y de los que sufren las risas de otros. Solo tiene seis años, pero  comprende perfectamente que pegar o reírse de los demás no está bien. Ella ha tenido la suerte de ir a un colegio donde sus compañeros son de nacionalidades muy diferentes; ella jamás ha hecho mención de una  piel diferente, un idioma diferente, un niño así o asá... Está  aprendiendo ella sola que todos somos diferentes y todos somos iguales. Los niños nacen así. Si son más crueles de lo normal, es que algo en su entorno falla.

Tengo otro niño que tiene autismo, así que  imaginaros mi miedo a que no sea aceptado y a las burlas que seguramente recibirá. Aún así, creo que siempre habrá adultos, niños ahora, que lo defenderán cuando sus padres ya no estemos. Enseñémosles principios, empatía y respeto. Si cada niño tiene que ir periódicamente a su pediatra, ¿por qué no hacer que tengan también su psicólogo? Ahorraría mucho sufrimiento y sobre todo, ayudaría a niños como Diego, para que no escriban cartas de despedida y se suiciden.  

Descansa en paz, Diego, y perdónanos, por favor.

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