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«Alicia Alonso ha sido el máximo azar de mi vida»

El reputado cardiólogo catalán Josep Guindo es el fotógrafo favorito de Alicia Alonso, la 'prima ballerina' del Ballet Nacional de Cuba

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lpedragosa37132985 josep guindo contra contraportada170207172533 / Nuria Puentes

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Hijo de una familia humilde de obreros textiles, Josep Guindo (Terrassa, 1958) decidió que quería ser cardiólogo a los 12 años, cuando se prendó de una magnífica ilustración de un corazón humano que vio en su libro de Biología. Dotado de una intuición y una capacidad de trabajo extraordinarias, a sus 59 años combina el ejercicio de la medicina en el hospital Parc Taulí de Sabadell y en la Quirón Barcelona con la fotografía de danza y circo. Hasta el 5 de marzo, el Centre Cultural de Terrassa expone sus imágenes circenses junto a los dibujos de Joan Soler-Jové y las pinturas de  Ramón G. Ruiperez.

–Cardiólogo y fotógrafo, una combinación poco habitual la suya. No crea. Mire, mi lema como médico es: «El que no sabe más que medicina no sabe ni medicina». Es una frase del doctor Letamendi, que también fue poeta, escritor, pintor y músico. La medicina es una disciplina humanística; si no te interesa el ser humano y eres médico solo por tradición, dinero, porque queda bien o por la técnica, no serás un buen médico. Por eso los buenos médicos suelen tener aficiones culturales o artísticas. Como fotógrafo tengo otro lema.

 

–¿Cuál es? Es una frase del escritor Baltasar Gracián: «Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió». A lo que aspiro –y no siempre lo consigo– es a emocionar mostrando lo que aparentemente es una minucia y suele pasar desapercibido.

–También ha sabido aprovechar las oportunidades que le ha brindado el azar. La bailarina Alicia Alonso ha sido el máximo azar de mi vida. Yo nunca he buscado otra cosa  que ser médico. Soy cero ambicioso, pero tengo mucha capacidad de trabajo y, como soy muy entusiasta, cuando me piden algo siempre digo que sí. En el 2009 hice un curso de fotografía pero lo suspendí porque no tenía tiempo para presentar los deberes. Dos años después me sugirieron ir a hacer fotos a Cuba y dije que sí.

–Se alojó en el barrio de Pogolotti, el más pobre de La Habana. Quería vivir la Cuba auténtica y en aquel ambiente humilde resultó que la madre de la familia con la que me hospedaba tenía una compañera de trabajo que era amiga de Alicia Alonso. Al día siguiente llamaron al Ballet Nacional de Cuba y ella accedió a hacer un ensayo expresamente para mí, a sus 90 años, sin conocerme de nada y sin ser yo nadie relevante. 

–De aquellas fotos nació una amistad y una propuesta: que se mudara a Cuba para ser el fotógrafo del Ballet Nacional. Decían que tenía un don, aunque yo no sabía nada de ballet y disparo por emociones. Nunca me planteé dejar la medicina, pero desde entonces voy a La Habana a menudo y cada vez que ellos vienen aquí les hago las fotos. Incluso he sido el médico personal de Alicia durante los días en que el suyo tuvo que ausentarse por un congreso.

–En Cuba también descubrió el circo. No se me ocurre un lugar más opuesto a una consulta médica que una pista de circo. ¿Hay algo en común entre su método de trabajo como médico y como fotógrafo? Como médico, ante una situación inesperada soy muy frío, me olvido de la persona y me convierto en una máquina de aplicar protocolos, aunque después puedo acabar llorando. Como fotógrafo, durante la función estoy siempre alerta y lo valoro todo, tengo un radar y continuamente pienso en lo que puede venir. Me concentro tanto que al salir estoy agotado.

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–Estuvo 23 años en Sant Pau y ahora atiende en dos hospitales, tiene más de mil artículos publicados, escribe libros, desde hace unos días preside la Agrupació Fotogràfica de Catalunya... ¿Usted duerme? Cuatro horas diarias.

–¿Y eso es bueno para el corazón? Para mí, sí; no me hacen falta más.