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Denuncias y malas noticias

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Así empieza la carta que nos envió esta semana Encarna Martínez Pellicer: «En nuestras opiniones en las cartas de los lectores, como es lógico, siempre mostramos nuestras quejas o indignaciones sobre algo que nos perjudica o molesta. Hoy no me quiero quejar, quiero agradecer a mi equipo médico que me ha enseñado a estar feliz, ser positiva y tener esperanza». Encarna, administrativa de 58 años de Barcelona, enferma de cáncer, escribió para agradecer el trato recibido en oncología de la Clínica del Remei de Barcelona: «Con vosotros a mi lado, es mucho más fácil vivir con este obstáculo tan difícil, pero no imposible de superar».

Tiene razón Encarna: difícilmente nadie escribe una carta al diario para decir que las cosas le van bien, que ha encontrado trabajo, que la Administración le ha ayudado a emprender en su negocio, que los teleoperadores de las empresas de telefonía le han arreglado su problema con la permanencia. Aun así, el género al que pertenece la carta de Encarna, el agradecimiento médico, tiene su público, herencia de cuando los periódicos éramos los únicos emisores y los agradecimientos ocupaban un espacio casi fijo en las páginas de cartas junto a las denuncias de desapariciones y la búsqueda de testigos de accidentes. Los tiempos cambian, y ahora apenas verán en los diarios este tipo de cartas; las pocas que llegan raramente se publican. Los agradecimientos resisten, se publican mucho menos que las denuncias (también en Entre Todos), pero aún es frecuente leer alguno. De un tiempo a esta parte, además, suelen ir acompañados de un componente reivindicativo: a pesar de los recortes, a pesar de que les han bajado el sueldo, pese a  que tienen todos los motivos del mundo para estar enfadados y no hacer bien su trabajo, nos han tratado muy bien, vienen a decir muchas cartas.

Pero sí, es cierto, publicamos muchas más denuncias, por ejemplo, de que la sanidad pública no funciona que agradecimientos porque la sanidad pública haya funcionado bien. Ustedes, los lectores, prefieren escribir y nosotros preferimos publicar sobre listas de espera desesperantes y no de operaciones que han salido bien; de malos diagnósticos y no de curaciones milagrosas; de horas de espera en Urgencias y no de una gran actuación profesional de médicos y enfermeras. Y, a riesgo de que haya quien se enfade conmigo, dejen que diga que creo que está bien así.

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El agradecimiento es un reconocimiento personal, pero la denuncia es de interés público; detectar lo que no funciona bien, sobre todo en el ámbito de la Administración pública, redunda en el beneficio colectivo. Este argumento escapa del límite de las cartas de los lectores y también se aplica a la información: que los acontecimientos buenos no suelen ser noticia y en cambio los malos, sí, es una queja recurrente. Incluso hay una recomendación-cliché: ¿por qué no un diario solo de buenas noticias? Estoy seguro de que en este tipo de publicación en el espacio para lectores encontraríamos muchos agradecimientos... No creo que un periodismo basado solo en las buenas noticias cumpla con su función social, de la misma forma que, citando a Encarna, un espacio de cartas de lectores debe ser un lugar de «quejas e indignaciones» más que de agradecimientos.

Lo cual, por cierto, tiene consecuencias: otro género clásico asociado al de la denuncia ciudadana es el de la rectificación pública. Son numerosas las veces en que, tras publicar la denuncia, la operación tan retrasada de repente tiene hora, la acera peligrosa es arreglada, el ascensor estropeado es reparado. Por un lado, prueba que la denuncia funciona; por el otro, genera una pregunta: para que a uno lo operen a tiempo o para que asfalten la calle, ¿de verdad hay que publicar una carta en el diario? No debería ser así.

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