el mercado laboral

Añoranza de un salario

Rebeca Sábado. Esteticista.

Tras dos años en paro y sin perspectiva de encontrar trabajo, no vio otra opción que abrir un centro de belleza y peluquería para seguir luchando

entre todos autonomos / periodico

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Reinventarse, emprender... Para Rebeca Sábado (32 años, de Gavà) estas palabras son solo eufemismos de algo más importante: la necesidad de sobrevivir. Rebeca es administrativa y trabajando  como tal se pagó los estudios de Estética, que era lo que realmente le gustaba. Precisamente el de esteticista fue su último trabajo antes de quedarse en paro en diciembre del 2011. Después llegó la sequía laboral, la travesía por el desierto del INEM: «Busqué trabajo de administrativa, de esteticista,  de dependienta. Estaba dispuesta a trabajar 24 horas semanales por 300 euros, pero siempre querían a gente más joven», explica, resignada.

«Después de dos años en paro solo tenía una salida: hacerme autónoma y abrir mi propio negocio». Así nació en diciembre del 2012 Estética by Rebeca. No había paro que capitalizar, así que Rebeca tuvo que echar mano de los ahorros de toda su vida, además de la ayuda de su madre y sobre todo de su pareja, Jonathan, su marido desde septiembre del  año pasado.

De parada a empresaria

De la Rebeca en paro a la pequeña empresaria va una inversión de unos 8.000 euros. «El presupuesto era limitado y opté por comprar los aparatos y máquinas de segunda mano a otras peluquerías que cerraban», explica. El resultado es un salón de belleza de 150 metros cuadrados con dos cabinas, una peluquera y una esteticista, la misma Rebeca, que ha aprendido lo que es llevar un negocio a marchas forzadas.

«No es fácil ser autónomo, ni tan bonito como lo pintan», se lamenta  Rebeca, que recuerda con añoranza su vida de empleada. «Ahora me preocupa conseguir clientes, que no falte nada en la tienda, llegar a fin de mes, tener al día los papeles que tengo que entregar a la gestora...», recita. Y eso por no mencionar cuánto le ha costado encontrar a una peluquera con la que formar tándem. Esa fue una de las primeras novatadas. «Es la tercera empleada. A la primera la hice fija porque la Seguridad Social me ayudaba. No salió bien y para despedirla me reclamaron los 1.000 euros que me había ahorrado por hacerla fija», explica Rebeca. Y pone este ejemplo para recomendar a los nuevos empresarios que se informen de las ayudas al contratar personal, pero también antes de montar el negocio. «Hay que pensar qué negocio vas a abrir, hacer un estudio de mercado y sobre todo informarse de los impuestos y de todo cuanto hay que pagar. No debes permitir que la ilusión te ciegue», recomienda.

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Sacrificios

Para Rebeca, abrir su negocio era la única salida a su situación laboral, pero también ha supuesto sacrificios, a veces más superficiales -«Me encantaba viajar y ahora no sé lo que son unas vacaciones»-,  a veces vitales: «En dos o tres años puedo olvidarme de tener familia. Mi hijo ahora es Estética by Rebeca». Levantar la persiana le cuesta 3.500 euros al mes y muchos dolores de cabeza. Pero, dice, vale la pena: «No tengo sueldo, pero cada día me levanto con la ilusión de poder trabajar».