LA COYUNTURA DEL GIGANTE ASIÁTICO
China desacelera
La economía del país asiático creció el 7,4% en el primer trimestre, la cifra más baja desde el 2012 El Gobierno quita hierro al frenazo
La economía china se desaceleró hasta el 7,4 % en el primer trimestre del año, el valor más bajo desde el tercero del 2012. La publicación de los datos del PIB chino en los últimos años, cuando encadena récords negativos, provoca un alarmismo exterior tan tozudo como la tranquilidad de Pekín, igualmente ajena a aquellos halagos globales que causaban sus crecimientos de dos dígitos durante tres décadas. Lo que los expertos occidentales juzgan como indicios amenazadores y anuncios de aterrizajes bruscos, para Pekín son sólo ajustes previstos en la hoja de ruta hacia un cambio de patrón económico necesario.
No hay dudas de que la tendencia es negativa. La cifra es tres décimas menor al del último trimestre y supone la cuarta desaceleración en los últimos seis. También es una décima inferior al crecimiento del 7,5 % previsto por Pekín para este año, fijado tras el 7,7 % de los dos últimos ejercicios. Pero supera las previsiones de la mayoría de los expertos extranjeros recogidos en la prensa occidental.
El cuadro negativo se completa con la contracción de un 11,3 % de las importaciones en marzo, lo que sugiere la caída de la demanda de materias primas de los sectores de la construcción y manufacturero. Los primeros impagos de obligaciones corporativas, la ralentización del comercio exterior y la devaluación del yuan en el primer trimestre ya habían encendido las alertas.
«La economía en conjunto creció en una horquilla apropiada mientras continuaban los ajustes estructurales, las transformaciones y mejoras del modelo económico», expresó Sheng Laiyun, portavoz de la Oficina Nacional de Estadística.
Esa ralentización, añadió, es el «precio a pagar» por las reformas pro-mercado que empujan la maquinaria económica hacia el consumo interno después de que el modelo basado en las exportaciones y las manufacturas mostrara síntomas de agotamiento años atrás. «Es imposible sostener el crecimiento de dos dígitos registrado anteriormente», aclaró Sheng.
La caída del crecimiento por debajo del 8 % no ha provocado la destrucción de empleo ni la crisis social que se temió durante años. Sheng subrayó la «estabilidad» del mercado laboral, una de las principales preocupaciones de Pekín. El país creó 3,4 millones de empleos urbanos en el primer trimestre, 40.000 más que en el último, lo que le sitúa en la senda de los 10 millones previstos para todo el ejercicio. El crecimiento salarial por encima del de la producción también certifica que el mercado laboral funciona.
La pérdida de fuelle del PIB chino hace temer las consecuencias en el resto del mundo y especialmente en las economías más dependientes como las asiáticas o sudamericanas, sus tradicionales suministradoras de materias primas. Mientras China no sienta los efectos, no es previsible ninguna reacción contundente de Pekín. Hasta ahora se ha limitado a medidas fiscales de apoyo a pequeñas empresas y subir la inversión en ferrocarriles. Pekín ha descartado que tenga preparado otro paquete de estímulo como los utilizados en el pasado.
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