52ª EDICIÓN DEL FESTIVAL DE LA INFANCIA

Peppa tumba al Ejército

Una niña abraza a Peppa Pig ante la atenta mirada de mamá, en el Festival de la Infancia.

Una niña abraza a Peppa Pig ante la atenta mirada de mamá, en el Festival de la Infancia. / periodico

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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No se puede competir con según qué adversarios. Color rosa intenso, voz de pito indomable, movimientos limitados y sonrisa perenne, como la que pedía Pablo Iglesias. Así es Peppa Pig, un personaje animado que estos días amasa un par de méritos: gusta tanto a hijos como a padres y en el Festival de la Infancia se ha merendado al Ejército de Tierra

Un tumbar siempre metafórico, pues lo que está en liza es un intangible: convertirse en la atracción más aclamada en este tradicional salón navideño en el que instituciones empresas privadas brindan a los papás un lugar en el que aliviar el largo parón escolar del solsticio. Amén de venderse y de sanear su imagen a las mil maravillas; las cosas como son. 

Lo bueno de ser un parque de atracciones efímero, siempre con ese pretendido punto educativo que tienen aquí las actividades (no sin antes abonar 12 euros de entrada, 19 si incluyen la zona de Peppa Pig), es que el público al que va dirigido no es demasiado exigente. Es lo que tienen los niños al margen de una memoria selectiva y relativa: que todo les va bien porque todos es nuevo divertido. En el recinto de Fira de Barcelona de Montjuïc tanto se puede jugar a fútbol como escalar, ir en bicicleta, asistir a un espectáculo de circo, saltar en un largo tobogán hinchable de esos que queman la piel del padre que lo intenta, pintar o montar en un furgón policial

VUELTAS EN EL FURGÓN

Resulta curiosa esa pasión de los más pequeños por los cuerpos de seguridad. Ese niño que cuando ve a un agente lo señala con el dedo y dice "mira papá, un policía". Y el padre sonríe, pensando en la ITV que tiene caducada desde mayo. Aquí, en el Festival de la Infancia, cuando Peppa da un respiro, triunfan las vueltas con la sirena por el exterior del recinto. Curioso que la actividad, el mismo día que una asamblea de la CUP en Sabadell marca el rumbo del proceso soberanista, la organicen al alimón MossosGuardia Civil y Policía Nacional. Por lo niños, lo que sea.

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Pero no están todos los que son. Este año se echa en falta a la Guardia Urbana, que permitía a los chavales subir en sus motos o enfundarse la gorra oficial. Tiene, es un suponer, una explicación política. Hasta la fecha, era un clásico la nota de prensa del grupo municipal de Iniciativa en la que reclamaban que el salón no aceptara al Ejército de Tierra, una suerte de pista americana campestre adaptada a la agilidad, la altura y la fuerza de los niños. Eso sí, con soldados de verdad, pósters militares y toda la mandanga de colores de camuflaje. ICV, aunque cueste distinguir las siglas tras la fuerza de Colau, está ahora en el gobierno. Y el Ejército sigue en el salón. Aunque tampoco pueden hacer mucho, porque este es un festival que se paga con lo que abonan los exhibidores, no con las subvenciones de la cosa pública.  Es así cómo, es otro suponer, el pato lo ha pagado la policía local.

EL RINCÓN DEL ADOLESCENTE

Es justo recordar, sin embargo, que no solo desde la política se ha pedido que los militares no entren en el Festival de la Infancia, inaugurado ayer y abierto hasta el 4 de enero. En ediciones anteriores, hasta 60 entidades de distinta índole han exigido la exclusión del Ejército de Tierra. Hasta la fecha, sin suerte. 

Al margen de la oferta infantil, el salón, por segundo año, incluye una zona para adolescentes exusuarios del festival tradicional. Para ellos se creó el XD Young Fest, en el que todo está en inglés por una razón que escapa a toda lógica. 'X-sports, technology, gaming, music, trends'. Básicamente, todo lo que lo peta en el mundo de la chavalada que ya pasa de Peppa Pig.

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