nuevas medidas de seguridad
No más pistolas eléctricas en la Sagrada Família
Navajas y cuchillos de distintos tamaños, esprais de autodefensa y hasta alguna pistola eléctrica. Son algunos de los artilugios que los controles de seguridad, hasta ahora manuales y realizados mediante inspección ocular, han detectado en los últimos años entre las pertenencias de los visitantes que pretendían acceder al templo de la Sagrada Família de Barcelona. Desde este lunes, 1 de enero, las 1.500 personas que cada hora ingresan en el recinto tienen que superar arcos de arcos de seguridad y escáneres detectores de metales, con los que se garantiza, entre otras cosas, que ninguno de estos utensilios entra en la basílica. También se ha reforzado la plantilla de vigilantes. Se acabaron las pistolas, pues, en la Sagrada Família.
La fundación que gestiona el templo de Gaudí ha invertido dos millones de euros en la colocación de una decena de equipos de seguridad, que han convertido el acceso a la iglesia en algo muy similar a un control de aeropuerto. "Se trata de una infraestructura a la que la gente está ya muy habituada, con lo que a nadie se le hace extraño", ha detallado este miércoles Xavier Martínez, director general de la entidad. Las medidas aplicadas, ha precisado el jefe de seguridad, Marc Martínez, "son como las que tiene desde hace ya años el Vaticano".
Ambos responsables del templo han asegurado que las nuevas medidas de seguridad "no son consecuencia" de los atentados terroristas del pasado 17 de agosto, cuando trascendió que la Sagrada Família se había barajado como uno de los objetivos de los yihadistas. "El plan estratégico de seguridad se diseñó a finales del 2015, mucho antes de esos ataques, pero es evidente que lo ocurrido en verano se ha tenido muy en cuenta", ha indicado el director general de la fundación, que ha subrayado que el nuevo dispositivo se ha implantado con el asesoramiento de los Mossos d'Esquadra.
Otra de las ventajas del nuevo sistema de acceso, ha señalado Marc Martínez, es que, al haberse mecanizado los controles y haber aumentado el número de vigilantes, "las colas de visitantes que se forman en el exterior serán incluso más ágiles". Eso sí, aunque las cintas distribuidoras ayudan a ordenar el flujo de los que entran a la Sagrada Família, lo que no menguará es el número de personas que ocupan las aceras mientras contemplan las fachadas del edificio: algunos luego entran (4,5 millones de personas cada año), pero la gran mayoría no lo hacen.
El dispositivo, aseguran los responsables, está también preparado para dar respuesta a los acontecimientos y actos puntuales que implican una alta afluencia de visitantes en un espacio corto de tiempo. El sistema no incluye de momento tecnología para el reconocimiento facial o de retina, pero sí se han instalado más cámaras en todo el recinto, "para disuadir a posibles carteristas", remacha el jefe de seguridad.
El pasado 2017, el monumento recibió un total de 4.527.427 visitantes, 34.421 menos que los registrados en el 2016 (4.561.848), lo que supone romper el récord de turistas de los últimos años. El 10% de los visitantes registrados fueron italianos, seguidos de los americanos (9,7%) y los franceses (9,2%). Reino Unido representó el 6,4% de las visitas, por delante de los turistas alemanes (6,2%).
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