Con el arte a otra parte

Como otros antes que él, Carles Taché abandona la calle Consell de Cent

RAMÓN DE ESPAÑA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No sabría decir con exactitud cuándo empezó la decadencia de la calle Consell de Cent como centro neurálgico del galerismo barcelonés. Se lo pregunto al decano de la zona, Carles Taché, aprovechando que lo tengo delante -estamos en el despacho de lo que queda de su galería- y que pronto emprenderá el vuelo en busca de horizontes más atractivos. "Calculo que todo se empezó a torcer hace unos diez o quince años", me dice. "Motivos: varios. Por un lado, un cierto desdibujamiento de las diferentes propuestas. Por otro, una cierta discontinuidad en las sagas familiares. No quiero ofender a nadie, pero no es fácil seguir la estela de gente como Metras o Gaspar. Por no hablar de la muerte de Salvador Riera. Súmale el incremento brutal de los alquileres. Yo me largo porque me quieren quintuplicar el mío; y eso, en la actual situación, es inasumible".

En cualquier caso, no se aprecia ni un ápice de tristeza o nostalgia en las palabras del señor Taché, cuya actitud modelo a otra cosa, mariposa resulta muy de agradecer en un hombre de 68 años que podría optar por la jubilación si no fuese por su alergia al aburrimiento. Taché lleva toda su vida de galerista en esa zona, primero en Artema, desde 1978, y luego en la sala que lleva su nombre, desde 1985 hasta el próximo mes de julio, cuando abrirá su nueva galería, una antigua nave industrial de más de mil metros cuadrados, en las inmediaciones del CaixaForum, con la que confía atraer, según me cuenta, "a un público que vaya más allá del típico turista de paseo de Gràcia y parque Güell, a alguien interesado en el arte que se acerque al MNAC, al pabellón Mies Van der Rohe y, ya puestos, a mi galería. En esa clase de gente confío".

Taché no es el único en darse a la fuga. También Carlos Duran y Chus Roig, de Senda, abrirán próximamente su nueva sala en la calle de Trafalgar: según Chus, la zona está en pleno proceso de gentrificación y los chinos empiezan a emigrar a manadas hacia Badalona (yo le dije que me creería lo de la gentrificación en cuanto abriesen el primer restaurante japonés y la primera imitación de los cafés alternativos de Williamsburg).

Todo parece indicar que la calle Consell de Cent se llenará de franquicias y que ya solo podemos aspirar a que haya más de cien metros entre un establecimiento de Mango y otro. Taché, cosa que le honra y le aleja del gimoteo proteccionista de otros negocios, no se molesta en echarle la culpa al ayuntamiento y prefiere enseñarme fotografías y planos del local, así como algunas obras de artistas jóvenes en los que confía enormemente. Lo achaco a esos orígenes aristocráticos o de burguesía ilustrada que siempre le he supuesto, aunque ahora descubro que por error: "Yo crecí en la plaza del Pes de la Palla, como Terenci Moix, y mi padre trabajaba de portero en el cine Montecarlo. Lo que pasa es que el hombre era muy aficionado al arte y se dedicaba a comprar y vender cuadros. En aquella época se podían adquirir maravillas por cuatro perras. De él me viene el gusto por el arte, aunque él fuese admirador de Nonell y a mí me diera por lo contemporáneo".

Taché comparte la teoría de Carlos Pazos según la cual el arte es algo que te hace compañía a lo largo de tu vida, pero lleva el concepto un poco más allá: "Yo creo que el artista y el galerista deben componer una pareja muy parecida al matrimonio. Hay algo de relación sentimental entre el creador y el marchante. Una relación a menudo pasional. Por eso algunas relaciones mías con artistas han acabado como el rosario de la aurora, porque se parecían mucho a las de una pareja y esas relaciones suelen terminar mal".

COMO LA CALLE DE TALLERS

No lo dirá por él. Su mujer y su hijo trabajan en la galería y al muchacho se le está poniendo una cara de continuador de la saga familiar que no puede con ella. Ambos le acompañarán en su nuevo destino y le ayudarán como llevan años haciendo. Es una lástima que nuestro hombre no pueda seguir dedicándose al libro de artista por la escasa rentabilidad de este tipo de objetos, que no gozan entre nuestros (escasos y ahorrativos) coleccionistas del predicamento común en otros países. Al Taché editor le debemos los 'Poemes d'Ultramon' de Foix ilustrados por Tapies -no se conocían personalmente, él los presentó- o, más recientemente, la unión libresca de Julián Ríos y Eduardo Arroyo.Yo tengo la impresión de que algo hemos hecho mal los barceloneses con la calle Consell de Cent -al igual que con Tallers, otrora un templo discográfico-, pero creo que la actitud de Taché es la adecuada: mientras el cuerpo aguante, nada de mirar atrás -ni con ira ni sin ira- y a tirar adelante. Como dijo José Luis de Vilallonga, la nostalgia es un error. Y un horror, añadiría yo.