Solo una crisis más para Trias

El ayuntamiento quita hierro al desalojo que fue una de las grandes polémicas del 2014

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Joaquim Forn, primer teniente de alcalde, responsable de Seguridad y Movilidad, presidente de TMB, hombre de confianza de Xavier Trias y una de las voces más acreditadas del gobierno municipal, admitía ayer a preguntas de los periodistas que Can Vies fue una de las grandes polémicas del 2014. Pero bueno, sin exagerar, porque al fin y al cabo, apostilló, todos los ejecutivos "tienen crisis".

La ausencia de autocrítica en la gestión de aquellos días de mayo ha sorprendido a propios y extraños desde que la piqueta tumbara la primera piedra del centro social, a eso de las nueve de la mañana del 26 de mayo. Unas horas antes se cerraban los colegios electorales de las europeas, pero aquello, puesto que la orden la daba un juez, figura objetiva e imparcial en cualquier caso, fue una casualidad. Tampoco generó fisuras en la armadura del ayuntamiento que al día siguiente los jóvenes, con un cabreo desmesurado, se encontraran la excavadora desprotegida. Precisamente la excavadora, que para ellos simbolizaba el poder aplastando su sueño de 17 años. Semejante piruleta -la policía se esmeraba esa tarde en proteger la sede del distrito y abandonó el solar a su suerte- acabó como era de prever: en llamas. Y originando cinco noches de tumulto que no se veían en décadas.

Dimitido y de viaje

Añadan a todo ello que el director de los Mossos, Manel Prat, acababa de presentar su dimisión (casos Quintana y Benítez), y que el propio Forn se encontraba de viaje en Panamá. La ciudad carecía de liderazgo en materia de seguridad.

La crisis de Can Vies ha sido también un caramelito para la oposición, que acribilló a Trias desde los dos flancos: demasiado débil y falto de coraje con los jóvenes, en el caso del PP, y excesivamente duro y contundente, en la voz de los ecosocialistas. En cualquier caso, el suflé bajó. Tanto, que los propios ocupas fueron los primeros sorprendidos de que el consistorio les permitiera realizar una obra que se saltaba todas las ordenanzas, permisos y leyes de la construcción moderna.

El conflicto surgió de nuevo en el pleno de diciembre. El jefe de filas del PP, Alberto Fernández, gallardo con esto de las efemérides, recordó al alcalde que se cumplían seis meses de su reprobación por la gestión de este asunto, y le advirtió de que las decisiones que se han tomado "son de baja intensidad". Le respondió el político que peor lo pasó durante esos días, Jordi Martí, concejal de Sants y presidente de CDC en Barcelona. Dijo que se habían levantado 16 actas por actividades y un expediente por disciplina urbanística. "Pensamos actuar con inteligencia y no con un exceso de testosterona", zanjó el edil.

Desde el punto de vista urbanístico -la razón por la cual se optó por el derribo-, el ayuntamiento está dispuesto a todo siempre y cuando la decisión final no se aparte de la legalidad. Lo que parece claro es que cualquier conclusión a la que se llegue no podrá valorarse hasta después de las elecciones, cuando el suflé será, a ojos de la dinámica política, una inofensiva natilla. El barrio está ahora inmerso en un proceso participativo porque por ahí, donde ahora queda una de las dos fincas que formaban Can Vies, debe subir una de las rampas que den acceso al cajón ajardinado del ferrocarril de Sants. Dos opciones sobre la mesa: se mantiene el centro social, aunque amputado. O se derriba y se respeta el dibujo original de Hábitat Urbano.

Sea cual sea la solución, todo pasa por un diálogo con los jóvenes que solo se ha producido a través de unos interlocutores -el Centro Social de Sants y la FAVB- que están hasta la coronilla de ejercer de correveidile. Trias quiere darles un espacio, pero bajo el paraguas municipal. Y Can Vies no negocia su libertad. En cualquier caso, hasta el mandato que viene, nada.