La evolución Páginas

El Eixample copa la tercera parte de las 3.325 terrazas en las calles

Ambiente en las terrazas situadas en la peatonal calle de Enric Granados, el pasado miércoles.

Ambiente en las terrazas situadas en la peatonal calle de Enric Granados, el pasado miércoles.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Quién se adentra en un bar si puede instalarse a la fresca en su terraza? Pocos. Por esa razón, la demanda para contar con unas mesas y sillas ante el restaurante o bar de turno no deja de crecer en Barcelona. Y también por ese motivo, la facturación de muchos locales depende directamente del atractivo de su velador. El ayuntamiento, en un pulso por el equilibrio entre el ocio, el negocio, las molestias y la controlada ocupación del espacio público, está abriendo la manga con prudencia hasta incrementar un 2,5% este verano la oferta de terrazas en las calles y plazas de Barcelona. Ya son 3.325, aunque su reparto es desigual: puede decirse que el Eixample es el referente de las cañitas a media mañana y las tapas para pasar la tarde, al copar un 35% del total de la oferta.

Las terrazas se han convertido en un pulmón que oxigena las cajas registradoras de muchos locales barceloneses incluso en tiempos de crisis, pero su misión social va mucho más allá. Por una parte ejercen de punto de encuentro ciudadano, de escenario de tertulias y de distensión. Pero por otro lado contribuyen (si no generan problemas de ruidos u orden público) en la dinamización de calles que podrían quedar desérticas sin su presencia o de rincones por los que tal vez nunca pasaría nadie, argumentan fuentes municipales. «Son un buen elemento de control social», resumen. Es precisamente este último aspecto el que ha llevado a los responsables municipales de licencias a abrir el grifo de los permisos en los últimos años.

PUNTO DE INFLEXIÓN / De hecho, desde la irrupción de la ley antitabaco en el 2006 aumentaron las peticiones de terrazas y con ellas subieron entre un 2% y un 6% al año las licencias concedidas, que este año han alcanzado la cota de 3.325. Juntas, todas ellas, suman la friolera de 42.000 metros cuadrados de vía pública. Y ello sin contar con la innumerable oferta de terrazas aparecidas en el interior o planta superior de restaurantes, hoteles y clubs nocturnos.

A nivel de calle, no obstante, destaca el hecho de que cada distrito dibuja un panorama desigual. Así, el Eixample aúna más de un millar de terrazas entre las que elegir, fácilmente distribuidas en sus amplias aceras. Eso sí, el criterio de permisos no es fácil ni unívoco. Así, se priman en las calles más anchas (se exigen cinco metros) o zonas de paseo, como la Rambla de Catalunya, la avenida de Gaudí o la de Mistral, pero se estudia su dimensión con lupa en los casos de aceras muy concurridas, como en el paseo de Gràcia, la Gran Via o puntos de la Diagonal.

Una de las razones del aumento de la oferta, la reurbanización de calles o ampliación de aceras, ha llevado precisamente este verano a incorporar veladores en puntos como la avenida de Roma, aunque su presencia también se vincula al deseo de muchos empresarios de reanimar su negocio. De hecho, en muchos de los bares tradicionales ahora gestionados por chinos están floreciendo las terrazas de verano.

En concentración, le siguen Sant Martí, con un 15% del total de terrazas; Ciutat Vella con el 10% (aunque su geografía haga que sean particularmente visibles); Sants-Montjuïc, Sant Andreu y Nou Barris, con un 7%; Gràcia y Les Corts, con otro 5%, y cerrando la lista, Sarrià-Sant Gervasi y Horta-Guinardó con un 4%.

DEBATE SOBRE EL CIERRE / El gran quid de la cuestión es el horario. El ayuntamiento sabe que los veladores son «ejemplo de la cultura mediterránea» pero exige cumplir la normativa, algo que no resulta difícil porque de lo contrario el permiso no se renueva. En general, pueden abrir de las 8.00 a las 24.00 horas, con una hora más en algunas zonas especialmente concurridas, como puede ser, por ejemplo, el Born. Una franja que algunos consideran que se queda corta para el clima de la capital catalana, que invita a las veladas a la fresca, siempre y cuando no se generen molestias.

El presidente del Gremi de Restauració de Barcelona, Gaietà Farràs pone peros precisamente a este punto, al considerar ilógico que al cruzar una calle, entre distritos, sea posible hallar terrazas que cierran una hora después. El sector opina que el horario se debería estirar.

En cambio, Farràs aplaude el esfuerzo municipal por fomentar el desarrollo de más y mejores terrazas, tras unos años en lo que hubo alguna pugna por la mano dura y las restricciones que imponía el ayuntamiento. Pero tras poner coto al descontrol, la calidad ha mejorado, admite, satisfecho por la imagen que da la ciudad y por el incremento en el número de licencias y de opciones para el disfrute del cliente.