Piqué: jugador, portavoz, ejecutivo y...

El defensa azulgrana ha reforzado su posición de referente en el Barça más allá de su buen hacer en el césped

Gerard Piqué se lamenta de una ocasión fallida en el partido ante el Málaga.

Gerard Piqué se lamenta de una ocasión fallida en el partido ante el Málaga. / periodico

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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De «si jugamos así será difícil ganar la Liga» a «si ganamos el sábado las cosas se verán diferentes» median 24 horas y 70 pulsaciones menos. Digerido el sapo de San Sebastián, la desesperación se transforma en ilusión y la frustración se convierte en esperanza. Pero con el condicional que desprende una cierta incertidumbre, un punto de inseguridad por la frecuencia con que se suceden los malos resultados.

El autor de las dos reflexiones es una misma persona, aunque juega de defensa derecho, se despliega como delantero centro ocasional en el apuro, es el carismático portavoz de un club que se comunica vía notas y ha sido un valioso ejecutivo para conseguir un nuevo espónsor en una entidad que los tiene por decenas, lo mejor de cada casa. Es Gerard Piqué, el personaje más polifacético del Barça.

EL TERCERO PERO EL QUINTO

El intervencionismo de Piqué, definitivamente, trasciende del terreno de juego, como si la cal que delimita el rectángulo fuera insuficiente para acotar su voluntad de trascender. O el compromiso que siente con el club. O su incipiente actividad destinada a escalar el camino hacia la presidencia, jaleada por muchos barcelonistas.

Todo lo hace bien Piqué, que con los años ha pasado de ser el gracioso a caer en gracia. Nunca ha llevado el brazalete el tercer jugador más antiguo de la plantilla, quinto en el escalafón jerárquico que establecieron sus propios compañeros para elegir a los capitanes.

Nadie, sin embargo, ha tenido el valor de aguantar y contestar con tanta naturalidad, con tanta valentía, con tanta mesura, todos los ataques recibidos en su doble condición de ser catalán y jugador del Barça desde el madridismo y el españolismo. Que si el dedo levantado, que si las mangas de la camiseta, que si el derecho a decidir, que si «contigo empezó todo»... Nadie. Ni desde Sant Joan Despí ni desde el palco. «No me echa ni Twitter ni la marioneta de Florentino, con su panfleto OK diario», dijo en su última intervención.

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OTRO ESTILO

Ese es el liderazgo que ejerce Piqué, de un tono muy distinto al de Sergio Ramos, su sosias blanco, tótem de la defensa, también padre de dos hijos, y cuyo ámbito de actuación apenas sobresale del césped. Tan distintos son como el estilo de juego que despliegan frente al delantero de turno, por más que los dos comparten una indisimulado afán por sumarse al ataque. Tampoco frenan, lo que ha encendido chispas entre ellos.

Piqué se ha hecho mayor  y parece haber abandonado las bromitas de sus inicios. Puyol le orientó y con el tiempo ha comprobado que no hay un estado civil mejor que ser futbolista. «Ahora siento que estoy en el mejor momento de mi carrera, estoy disfrutando mucho en el terreno de juego, me siento más completo que nunca». No hace falta que lo jure: defiende, ataca, comunica, gestiona...